Recibo un enlace con el blog de un (¿o una?) tal Addison de Witt -supongo que se trata de un seudónimo- debido a que mi nombre aparece en varias ocasiones en una de sus entradas. Es un supuesto "contracrítico" que, por lo que he podido leer, se dedica a encadenar despropósitos y mentiras, difundirlas a través de la red sin mostrar su identidad para, como en la jerga de mi barrio se decía, dejarlas en el aire con el fin de que "el que haya hecho el mundo, que lo arregle". La práctica de la derecha más rancia puesta en la letra de un hipotético izquierdista atrincherado en el ocultamiento.
Más allá de establecer una mentira sin paliativos sobre supuestos vínculos entre Bartleby y Babelia (sólo con decir que en los 52 suplementos del año 2006 sólo aparecieron una crítica a un libro de Bartleby y un par de referencias a otros, se dice todo), y de achacar torvas estrategias por parte de Pepo Paz, su propietario, entre las que incluye mi supuesta contratación (otra mentira, mi trabajo es voluntario y gratuito, nacido de una amistad surgida hace casi una década y sin contrato alguno de por medio), el autor del blog me adjudica una "amistad personal" con Edgardo Dobry, crítico al que no he visto en mi vida, con el que nunca he hablado, ni siquiera por teléfono y a uno de cuyos libros dediqué una crítica, por cierto, sólo en parte positiva, hace no sé cuánto tiempo. Es decir: no puedo ni ponerle cara porque a Dobry no lo he visto ni en fotografía. Sólo he leído, con gusto y respeto, algunos de sus trabajos críticos y el epílogo a la antología ZurDos, texto, por cierto, que venía en el bloque que contrató Bartleby después de que otras editoriales desestimaran su publicación (del bloque, claro está).
Si todo cuanto afirma este "contracrítico" embozado tiene el mismo porcentaje de verdad que lo que ha escrito sobre Bartleby y sobre esta modesta persona, la credibilidad del personaje es nula. Absolutamente. No me extraña que oculte su identidad tras un seudónimo.
Lo más lamentable, con todo, es constatar cómo la práctica que hemos visto en distintos medios de comunicación, digitales y convencionales, consistente en lanzar a los cuatro vientos mentiras y acusaciones sin pruebas, se extiende por la Red ante la imposibilidad de las "víctimas" de defenderse. Ni siquiera, como es el caso, de conocer al mentiroso. Porque a ello se añade una ciruncunstancia muy especial: el contenido de cuanto llevo escrito he intentado insertarlo en la entrada del blog famoso. Pues no ha sido posible porque tiene instalado un mecanismo de filtración que lo impide. Con lo cual, la mentira queda en la red y no hay posibilidad de desmentirla en el mismo medio/blog en que aquélla apareció. Y un derecho, esencial en toda práctica informativa y periodística, como el de réplica, es laminado, de facto, en la Red.
Creo que este tipo de prácticas deberían encontrar el rechazo más contundente por parte de quienes creemos en el valor de la verdad, en el valor de las palabras y en la importancia esencial de la literatura y de la poesía en la conformación de la conciencia contemporánea. No sería malo buscar iniciativas conjuntas que impidan que Internet sea utilizado, de manera irresponsable y desde el anonimato o desde el seudónimo, para insultar, mentir, contar medias verdades y agraviar a personas, sean críticos, poetas, narradores o simples ciudadanos de a pie. Al viejo lema (todavía vigente, al menos en su esencia) "proletarios de todos los países, uníos", deberíamos añadir, con urgencia, otro nuevo: "internautas contra la mentira, uníos". Pues eso, pensemos cómo acabar, colectivamente, con la impunidad en la Red. Porque hace falta el debate, el intercambio de opiniones, por muy distantes y radicales que éstas sean, per sabiendo siempre quién es quien firma o respalda cada opinión. Es decir: con honestidad, franqueza y rigor intelectual. Es lo menos que cabe pedir.
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1 comentario:
Lo mejor es no darle ninguna publicidad y que se pudra solo en su resquemor. La gente así yo creo que lo que busca es que le entréis al trapo.
un abrazo
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