sábado, 19 de septiembre de 2009

Diego Jesús Jiménez: dos poemas imprescindibles

Quiero cerrar mi particular homenaje a Diego Jesús invitando a los visitantes de este blog a leer dos poemas que, a mi parecer, están entre los diez textos poéticos de mayor altura de los últimos treinta años. Sé que más de uno va a sonreír con suficiencia, que en un panorama crítico que tiende a la simplificación y a la superficialidad, no es fácil valorar estos poemas complejos y transparentes a la vez, mágicos e imprevisibles (¡hay tanta poesía previsible en nuestra realidad literaria!), con una adjetivación precisa e iluminadora, llenos de música, de dificilísima elaboración y, como no podía ser de otro modo en Diego, cargados de emoción, de compasión, de ternura y de hondura crítica. El primero es un texto que descansa en la más radical intimidad. el segundo, en la fusión de lo colectivo y lo íntimo. Treinta años separan al segundo del primero.

El homenaje al padre muerto: "Noche de navidad"

Pertenece al libro con que en 1968 ganó el Nacional de Poesía, Coro de ánimas. Diego Jesús indaga en la experiencia del regreso al pueblo de la infancia (Priego de Cuenca) en navidad para encontrarse con el inmenso hueco del padre muerto (fue medico en ese pueblo). Este poema, que se publicó en las páginas literarias de un diario madirleño y que leí, deslumbrado, en el autobús que unía López de Hoyos con Hortaleza un día de diciembre de 1969 (con 18 años recién cumplidos) no ha dejado de emocionarme y de crecer en significados desde entonces. Diría más, su final estremecedor ( "Y nada, /nada, / no se da cuenta de que está muerto / y crece") me acompañó en los meses posteriores a la muerte del mío. Aquí dejo el poema:

NOCHE DE NAVIDAD

Te veo vivo
y sin consuelo,
padre. Aun a pesar de todo. Viendo
la vieja calma
del tilo, la fresca sombra
del ciprés, la senda
de la hormiga.
Tú, padre, cómplice
del mal,
no salgas; no saques ya
la oreja y la nariz, que luego
corres por estos campos
del trigo, se te hace el paso loco, y tu mala
memoria, pisa la siembra
y cantas.
¡Que aún pertenece
a todas estas cosas
tu dolor!
¡Padre, padre! ¿Otra vez?
Vuelve a esconderte. Vaya, vaya... No hay que sacarlo
de su agujero, porque no ve
y se ciega
con las cosas; y alborota, y le hace mucho ruido
la bebida, y el coñac
le hace ir hasta el pueblo,
y lo denuncian, y no quiere, en esta Navidad,
salirse de las casas. Y entra, remueve los baúles,
las alacenas, saca viejos papeles,
canela, perejil, y huele, huele...
cada garrafa, cada orza
sin vida.
Y es invierno,
y él se mete en el río, y su catarro
tiembla
junto a los juncos
y la buena hierba. Padre, pero por qué ahora
bailas, ¡qué bien te veo!,
con qué pareja,
en este amanecer, va tu resaca; que filtro vas a darle
sin precaución, qué beso en sus encías
o en su enagua
sin sangre, o dentro
del sostén.
¡Padre! ¡Padre!,
a qué este escándalo; ¿no ves...?, ¿no ves?
Si ya te lo decía, y no haces caso
nunca.
Ven, ven, si tú estás muerto
ya. Hala, hala...,
no beses más aquí, ¡no le tires del pelo! Padre...
Si hace seis años de tu muerte.

Pero cómo decírtelo si saltas, si no oyes, si va tu boca
casi al alba, y llegas a la alcoba, entras al dormitorio,
nos despiertas, te vas...
¡Qué amor habrá encontrado, si su aire
es de cansancio, y su camino es de tijeras y algodones
y gasas!

Aquí, si cada nochevieja
vengo, si en el bolsillo, junto a la voz de tu cadera
pongo
serpentinas, si traigo varias copas de más, y una botella
para ti. ¡Con qué cuidado
se la bebe! Y bromas, trucos, monjas sin cuerpo, ángeles, disfraces
de papel, hadas borrachas
y alegría al andar; si traigo
mi ronquera y mi vino, la cal
de la pared de casa aún en el hombro; y echo de la garrafa
como ladrón devoto
mi caridad.
Si así te sirvo. ¡Pero
qué juerga,
piensas! ¡Padre!
Y nada,
nada, no se da cuenta de que está muerto
y crece.

El homenaje al extrarradio humilde (e industrial) en Itinerario para náufragos

Reproduzco los tres primeros fragmentos de "Homenaje a Federico García Lorca", un poema en el que hay ecos del Lorca de Poeta en Nueva York pero en el que viven los espacios industriales del Madrid de principios de los noventa del pasado siglo. Las fábricas, la corrupción y la impiedad de los poderosos, la vida menesterosa de los más pobres (con "negocios de cartón y de humo"), el Madrid de Legazpi, Méndez Álvaro, Julián Camarillo o Coslada, en cuyas calles "ya no se lucha a muerte". Hermosísimo poema de una intensidad infrecuente, lleno de imágenes, de metáforas precisas, deslumbrantes, hondas.

HOMENAJE A FEDERICO GARCÍA LORCA

I
Los lagartos dibujan en el tiempo
su muerte mineral. Hay mastines que sueñan con rocío en los ojos
y que entornan las noches ante el infortunio. No sé por qué
tras las últimas casas de los barrios extremos
imagina uno el mar. La luz es un estanque
que habita la memoria, un estanque con algas y secas humedades
donde los días yacen en sus salas de espera.
Los cementerios de automóviles
atraviesan urgentes madrugadas
de hospitales y de óxidos. Deja la claridad, entre las flores,
un mundo submarino abierto. Sueñan los dormitorios
enfermedades plateadas, y hay un temblor difuso en las paredes
y muñecas sin ojos arrastrando
su universo olvidado. Hay vacíos océanos
y animales pacientes que ahogan el insomnio.
La tortuga invernal, entre la lluvia,
avanza más aprisa que los trenes
que atraviesan los cielos. Nadie
recuerda nada aquí. Todo está aislado en su inseguridad; la luz es un naufragio
de hogueras apagadas. De humo estrellado
son las sombras, y hay navajas que brillan de incertidumbre
como un escalofrío. Hay testigos de espuma en los alrededores
y recodos de horas que no terminan nunca. Hierve la Historia
en una sola página. La ciudad,
a lo lejos, tiene un maduro resplandor
de palacio de invierno.


II


Oigo desde aquí los aljibes, los desagües
desde donde las ratas y los pobres comparten sus negocios
de cartón y de humo; y a los ejecutivos,
con la seguridad de los prestidigitadores,
ascender por el aire; y a los asentadores,
y a los intermediarios de todo cuanto un día en los campos
fue bello; o a los que distribuyen
su mercancía invisible y, poco a poco, adquieren
esa pátina helada de los santos, en los ojos el frío
de los peces que han muerto.

Ved que el robo es defensa
y la piedad mentira; que en estas calles
donde es dolor la Historia y la vida pecado,
por las que se presume
tanto de libertad como de pobreza,
ya no se lucha a muerte. Baja del Guadarrama un viento
de rendición. Entre los árboles
deja la espuma de la noche sus párpados abiertos.


III


La ciudad
brilla como una ola de ceniza sobre la lejanía. Es agosto
y, desde aquí, ves tenderse
el fatigado cuerpo del silencio en las lomas, la quemadura
vegetal de los parques que, a lo lejos, encienden con sus llamas
lentas flores de sombra.

En las afueras
hay un olor portuario
de mercancía muerta; es un muelle la tarde
donde yace la lluvia en apagados trenes; y hay hélices y anclas
de barcos que no existen, y ruidos que se esconden
en las profundidades de las sombras como animales ciegos.
Lo mismo que en los puertos
ves frutos que se pudren como auroras calladas
y restos de periódicos que vuelan, sin razón,
por los aires.

No es el silencio aquí
como el de las murallas o como el de las frondas
de los ríos abiertos. Una edad medieval
discurre en los contornos, sueña en los alrededores de las cosas.
Hay una luz de atardecer entre las fábricas
que dura todo el día. Huele a fatiga ya cartón, a riesgo, a vida peligrosa
en estos barrios donde
no tiene el cielo crédito ni la infancia fortuna.
Abre la calma de la tarde sus puertas

de calor a la noche; y atraviesan
en vuelo errante, como cenizas de la luz, el silencio
los pájaros.


Quede aquí mi homenaje. Qué mejor forma de recordarlo que invitar a la lectura de estas dos obras maestras.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Con Diego Jesús Jiménez: fragmento de poema y evocación


Priego de  Cuenca

El martes, 14 de septiembre de 2009, tus restos, querido Diego, amigo, hermano con quien tanto quería, con quien tanto aprendí, con quien tanto soñamos (Esperanza y yo, y nuestros hijos), y reímos, y luchamos, y lloramos, quedaron bajo tierra en una tumba del cementerio de Priego de Cuenca. Desde allí se ven los riscos donde comienza la hoz del río Escabas, y se ven los mimbrales y los pinos que cubren las montañas de la serranía, y se huele el barro de las alfarerías, y el seco aroma del tomillo y la jara, y el cielo es un toldo próximo en el que mirarse. Allí, en tu Priego mágico y cotidiano, cerca de las gentes a las que cantaste y amaste, han quedado tus restos.
Era día de fiesta y tu fiesta fue inaugurar tu Centro Cultural (de todos) con poesía y con amigos. Pero también había otra fiesta, también tuya, a la que inmortalizaste, con un caleidoscopio de emociones, con un lenguaje afilado, mágico (esa magia castellana de la brujería y de los hondos chiscones de los pueblos más remotos), en un poema del libro con que obtuviste tu primer Premio Nacional, Coro de ánimas. Como sé, amigo Diego, que es un poema poco conocido, recojo un fragmento para gozo de los lectores y para que quienes te leyeron poco o no te leyeron te descubran de un puta vez.


De "FIESTAS EN PRIEGO"

Ahí, donde termina
la alta Alcarria, empieza el pino, hacen cuesta
las viñas, nacen sin esperanza
los centenos; ahí,
donde se oye sobre la piel el canto
de los grajos, está mi pueblo.
Lugar donde la noche se hace
desfiladero, sombra,
cañada...
Rondan las herramientas
mi corazón. Duermen las hoces
por mi sangre.
Si al hombre
que soñó con el fruto
se le seca la flor, ¿vamos a estar alegres?

Tú,
que intentas hoy lucirte
con el pregón del año. Tú, que cuando empiece hoy
la música, en esta plaza
vas a buscar novia. Ahí, entre las sombras
del corral, está tu casa. Mucho
le ha crecido la hierba en estos
años de paz. Ves la ventana
de la cocina, las alacenas, los armarios... Buscas
tu habitación.
En estas
tierras sin dueño
naciste tú. Desde aquí ves los montes, ves el trigo
que ardió. Quisieras
pensar que éste
no fue nunca tu pueblo.
Árboles, sendas, atajos, hoces
y caminos. Sabes que nada
se celebra hoy aquí. Pero tu llegas siempre
para estas fechas. Y saludas a todos; los besas casi
con la mirada.
............................
..............................
Pero bien sé que tú nunca
te irás. Este
es tu pueblo.
Esta es tu casa. “Mira
la claridad del campo.” Y, mientras te despides, lloras
cerca del autobús. ¿Cómo
ibas a irte, tú que no sabes
que lo que salva a veces
es el odio?
Sí, Diego: ese es tu pueblo, del que bien sabías entonces, cuando sólo tenías 25 años y escribiste este poema, que nunca te irías. Llevo varios días con la lágrima fácil y el corazón esponjado, porque toda la memoria de las cosas, las ideas, las largas conversaciones que mantuvimos durante más de treinta años (recuerdo las tortillas de patatas que Társila inventaba en la pequeña casa de la Avenida de San Luis como cierre de aquellas veladas interminables de principios de los setenta, con tanto miedo sobre los hombros y tantas esperanzas en la cabeza), se dice pronto, se precipita sobre mí y me abruma y me envuelve a la vez. Estos días hemos recordado momentos que creíamos que nunca volverían a ocuparse de nosotros. Muchos de los ausentes de esta hora (y de los artífices del silencio en periódicos, radios y televisiones) desconocen que en el tiempo del silencio y de las botas, tú tuviste el coraje (tú, que a veces eras tan miedoso) de inaugurar la biblioteca de una cooperativa agrícola en Villarta, y fuiste citado en Madrid, en el cuartel de la guardia civil de Hortaleza, por aquel "delito" y me llamaste (a mí, casi un imberbe lleno de entusiasmos y utopías) para que te acompañara porque querías testigos de la posible detención y, ¿por qué no decirlo?, porque temías algún tipo de represalia o de violencia física. He recordado, también, aquella foto en primera página del viejo Informaciones, junto a Alfonso Grosso, los dos tumbados sobre una manta de cuadros, en huelga de hambre porque os habían despedido de la Editora Nacional por rojos (¿cuántas veces no lo habremos evocado, sobre todo en los días en que no pocos voceros progres de hoy te cerraban las puertas, te condenaban al paro?): por editar a Félix, a Celso Emilio Ferreiro (su hermoso Donde el mundo se llama Celanova), a De Ory entre otros, por firmar manifiestos por la democracia, por creer, sobre todo, como diría Blas de Otero, en el hombre.

Sí, Diego, cuando entraba, anteayer, en tu (nuestro) querido Priego, también venía a mi memoria aquel viaje de 1975, Franco vivito y coleando todavía, en que fuimos a encargar piezas de cerámica (de esa alfarería que respira en tus poemas) para recaudar fondos, con su venta, en las fiestas del movimiento ciudadano de nuestro barrio: recuerdo, cómo no, mi descubrimiento de los parajes donde tus poemas habían crecido, los ríos que los hacían frescos y transparentes, los bosques que entonces estabas ya convirtiendo en espacios para un sueño, el piezas de un bajorrelieve, en parte de tu fiesta en la oscuridad y de tu itinerario para náufragos. Paseos por la Avenida de San Luis, partidas de ajedrez interminables, visitas a un Café Gijón que, para mí, en aquel entonces, era el lugar de los mitos vivientes (recuerdo que allí me presentaste a Pepe Esteban, el eterno republicano, o al bueno de Eladio, o a Carlos Álvarez, por aquel entonces, entrando y saliendo un día sí y otro también en las cárceles de la dictadura). Luego fue tu casa en Gil de Palacio, cerca de la Avenida Ciudad de Barcelona, y Pepe Hierro y tu pasión por la vocación ciclista de tu hijo Diego, que ganó carreras y trofeos emulando a tu querido Luis Ocaña, hijo, como tú, de Priego. Y fueron las manifestaciones: muchas, innumerables, nos perdíamos de vista un tiempo, pero Esperanza y yo teníamos la seguridad de que nos encontraríamos contigo en la próxima manifestación contra el paro, o por la vivienda, o contra el terrorismo o en el no a la guerra (tú siempre te quedabas entre la gente, huyendo de ese odioso estrellato de algunos llamados intelectuales por amarrarse a la pancarta para salir en la foto).Después vino la Semana Poética de Cuenca, que tú impulsaste con la Universidad Menéndez Pelayo y la de Castilla la Mancha y que celebrábamos en su sede allá en la altura, mirando desde las ventanas de las salas de reuniones a otra hoz: la del Júcar, tan cantada por ti. Y allí nos encontramos los más nuevos con los más experimentados y maduros: el Luis Rosales último, Caballero Bonald, Claudio Rodríguez, Pepe, Antonio Carvajal, Antonio Gamoneda, Carlos Sahagún, pero también Jambrina, y Juanjo Lanz, y Antonio Colinas, y Luis Antonio de Villena, y Antonio Hernández, y Jesús Hilario, y Luis Alberto de Cuenca, y Luis García Montero, y Felipe Benítez Reyes, y Juan Carlos Mestre, y Concha García, y Luis Javier Moreno y Jordi Virallonga.... Fuiste tú el autor de ese lema que yo he utilizado tantas veces para calificar la poesía española contemporánea: "La ceremonia de la diversidad". Así titulaste la III Semana, la de 1993. Fuiste generoso porque no creías en las tendencias ni en las capillas y nos llevaste a todos. Luego seguiste siendo generoso (es una enfermedad incurable, aunque menos devastadora que la que te arrancó de nosotros) y promoviste la revista Diálogo de la Lengua, y la antología de jóvenes Pasar la página...
Recuerdo, también, la exposición de Alexandra Domínguez, en el otoño de 1999, en Riaza. Ún día de amistad, caminatas, almuerzo colectivo y, como casi siempre, conversación y risas. He rescatado la foto. A nuestra espalda, los inmensos bosques de robles teñidos por el ocre y el amarillo de principios de noviembre, de la sierra de la Tejera Negra. Detras de la cámara que sostienen Lupe o Esperanza, ya ni lo recuerdo, las estribaciones de la sierra del Rincón.
En Riaza. De izquierda a derecha: M. Rico, Juan Vicente Piqueras, Paca Aguirre, Diego Jesús Jiménez y Juan Carlos Mestre

Y más tarde, en el Centro Cultural en que te dimos el último adiós, en tu amado Priego, en colaboración con las universidades, pusiste en pie los cursos de verano sobre poesía contemporánea. Los primeros días de julio, el pueblo que surge "donde termina la Alta Alcarria", se ha venido convirtiendo en "lugar de la palabra". Y muchos de los que estuvimos en la Semana conquense volvimos a acompañarte bajo el calor de sucesivos julios generosos. ¡Cómo olvidar aquella mesa de 2003 en el hostal Los Rosales de Priego donde compartiamos la comida un Manolo Vázquez Montalbán recién llegado de Barcelona, un Martínez Sarrión estridente y sarcástico, el descreído Carlos Sahagún, y Paco Brines, y Carme Riera, y Félix Grande y Antonio Carvajal. Nos quedamos con las ganas de que Serrat nos acompañara en el curso dedicado a los vínculos entre poesía y canción de autor (estuvo a punto, no te creas, pero al final, como buen cultivador de sus amistades del barrio de la infancia, nos dijo que estaba, en las fechas del curso, comprometido con ellos), pero tuvimos a tu buen amigo Luis Eduardo Aute, y a Amancio Prada... odo ese universo, construido con tu palabra y con la presencia tuya y de los tuyos (Társila, Társila María, José Manuel, Dieguito) es nuestra vida, Diego. A veces, paso por la Avenida de San Luis y miro hacia la ventana de lo que fue tu casa. No sé quien vive allí, pero sí estoy seguro de que en sus paredes está la huella de nuestras voces jóvenes, de quienes antes de la libertad soñamos con la libertad, y con la poesía, y con la literatura en su sentido más ancho y hondo. de quienes más de una vez hemos intentado, como los niños de tu hermoso poema "Plaza de Santa Ana", desatarnos del tiempo:




domingo, 6 de septiembre de 2009

Sobre los blogs que me interesan (y los que no): una meditación

Nota previa

El retorno a la cotidianidad tras las vacaciones, invita a recobrar imágenes que nos acompañarán todo el año. Cambio foto de cabecera: no lejos de allí, del lugar de la rama, en la casa que fuera del padre, he escrito buena parte de mis poemas y de mis novelas. Ahí queda.

Primera noticia de una "cosa" llamada blog.
Hace cuatro años, creo recordar que en la primavera de 2005, tuve la primera noticia sobre esta nueva forma de escritura (a veces literaria, a veces filosófica, a veces periodística) que ha acabado teniendo por denominación más asentada el término blog (otros lo llaman bitácora, o cuaderno de notas, o bloc). Entonces, tenía en la cabeza un proyecto de programa de radio dedicado a los libros al que invité a participar a algunas personas. El programa nunca se hizo pero, como proyecto, lo mantengo guardado a buen recaudo en uno de mis archivos electrónicos. También me guardo el título. Quedan a la espera de que algún día pueda hacerse realidad (o no, como diría Rajoy). Una de las personas que iba a participar en el proyecto y en el desarrollo del programa era Ana Manzano, la promotora de un blog, nacido en el primer trimestre de este año, llamado Iconos Medievales. Pues bien, fue ella quien, al revisar el proyecto que le envié por correo electrónico, sugirió dedicar, en el programa, un espacio a “un fenómeno que está surgiendo ahora llamado blog” (lo escribió así o de forma muy similar). De tal fenómeno yo no tenía ni noticia.

Fue hace cuatro años y, desde entonces, lo que se apuntó como posibilidad para incorporarlo a un programa radiofónico, se ha convertido en una realidad omnipresente en el mundo periodístico, literario, artístico en general. Lo que no quiere decir, en absoluto, que esté ocupando el espacio que se merece en las revistas literarias ni en el catálogo de reflexiones de críticos y expertos en literatura.

Durante las pasadas vacaciones han sido muchos los momentos en que, al hilo de la lectura o el seguimiento de algunos blogs más o menos cercanos, he sentido la necesidad de recapacitar sobre el fenómeno y, de manera muy especial, sobre la tipología de los blogs que prefiero (o que me aportan significados, sentido, oportunidades de reflexión, conocimiento) y de aquellos que considero perfectamente prescindibles (llegan, incluso, a producirme una cierta aversión) desde el punto de vista de su utilidad intelectual, creativa y, si se me apura, sentimental.

Los blogs que aportan (y que me interesan)

Tal y como me ocurre, en otro plano, en la poesía o en la narrativa, me identifico (sólo daré dos o tres títulos como ejemplo), en general, con los blogs que aportan conocimiento. Ya sea en el plano de la reflexión sobre la vida cotidiana, sobre la creación literaria o artística, ya lo sea en el de la crítica literaria (¿quién no nos dice que hoy buena parte de la mejor crítica se está canalizando a través del blog?), en el del comentario de lecturas, a veces de un valor inestimable. Aportar conocimiento es, también, aportar memoria, tanto personal como colectiva, ofrecer meditación sobre momentos históricos especiales, sobre las pautas culturales y sentimentales de las distintas generaciones. Es mostrar naturaleza, urbanismo y arte, lugares poco conocidos de la geografía (cercana o remota, da igual) y hacerlo con reflexiones sobre esa experiencia que aporten una luz nueva o una dimensión desconocida. También lo es mostrar una parcela de la vida cultural o ciudadana desplazada de lo habitual (pienso en el blog antes citado, que mezcla románico con viajes y experiencia personal, o en un blog cargado de potencial evocador como De los tranvías, de José Ángel Cilleruelo, o en el de la vida cotidiana de un editor como El editor en su laberinto, de Pepo Paz). Y lo es, sin duda, alimentar la crítica social, reflexionar sobre la globalización y sus efectos negativos sobre la Humanidad, cultivar la denuncia y alentar, cuando sea imprescindible, la movilización social. Y, por supuesto, también me interesan los blogs que siguen la actualidad política, analizan nuestra realidad diaria, se pronuncian y se implican en ella.

La derivada lógica de esa identificación no es difícil intuirla: me gusta el blog también como espacio de debate, como lugar para el comentario (desde el emitido desde una identidad pública al emitido con seudónimo o bajo anonimato, me da igual) y para el intercambio de experiencias. No olvidemos que es una fórmula maravillosa para el ejercicio de la interactividad.

Todos esos blogs aportan, a mi juicio, conocimiento. Me ayudan a entender el mundo, a leer mejor, a escribir como puedo (creo que me mejoran) y a acercarme a las preocupaciones vitales, estéticas, sociales y políticas de los otros..

Los blogs que no aportan (o que no me interesan)

Creo prescindibles, sin embargo, los blogs de autobombo permanente. Los que cuentan los elogios con que es acogida la obra propia (lo que no es lo mismo que publicar enlaces para las críticas que eventualmente puedan aparecer: es un servicio al lector), el número de viajes que realizan y el sinnúmero de periodistas que esperan en la cafetería del hotel para entrevistarlo (o entrevistarla), los escritores famosos a los que se ha conocido en determinado acto y lo bien que éstos han hablado de uno (no la reflexión en torno a la experiencia del encuentro, no el contenido de fondo del diálogo mantenido), las radios y las televisiones que se han visitado y lo maravillosamente que han sido recibidas las opiniones del autor. No me atraen los blogs en los que el autor, a modo de un moderno Phileas Fogg (o como el enanito de piedra de la casa de los padres de Amelie) va dando cuenta de las ciudades que visita (a las que ha sido invitado) sin que se aporte un solo ingrediente reflexivo,o una mirada literaria o ciudadana, o sociológica, o cultural sobre la experiencia del viaje. Cierto que siempre, en todo blog (en éste también), como en toda obra literaria, hay una proyección del yo y cierta dosis de narcisismo. Pero el problema surge cuando el blog se sustenta casi exclusivamente en ambos elementos y acaba siendo una suerte de GPS que nos indica lo que día tras día hace el autor en su vida pública y, a veces, privada. Ojo: no digo que no sean necesarios (no hay nada innecesario salvo lo que daña a la sociedad y a sus integrantes). Digo que a mí no me interesan y que creo que aportan muy escasa dosis de conocimiento a mi labor como escritor.
Vista al futuro
Creo que estamos en la infancia del blog. Que, como "género", irá madurando ocupando buena parte del espacio que han venido ocupando hasta hoy los diarios de escritores u otro tipo de artistas, pero que tendrá formas de edición en papel al modo de lo que hoy son los diarios en libro. He dicho "buena parte del espacio" y he dicho bien. Porque no creo que desplace del todo a ese género: porque en un diario hay meditaciones, reflexiones acerca de la vida íntima que difícilmente soportarían, al menos en un primer instante o durante cierto tiempo, el carácter público, en directo y en tiempo real, del blog. La interactividad, la relación casi permanente entre autor y lectores y comentaristas condicionan a veces los aspectos estéticos y creativos del texto escrito. Pero el tiempo nos enseñará que el blog es también deudor de la mejor literatura.

Nota final: ni que decir tiene que la inmensa mayoría de los blogs que recomiendo en la columna a la derecha pertenecen al primer bloque. Algunos (muy pocos), no.

Amamos con Joan Manuel Serrat - Mi despedida

  En 2012 publiqué   Fugitiva ciudad,  En aquel libro, especialmente querido, había un capítulo, compuesto de 11 poemas de amor, homenaje al...