domingo, 1 de agosto de 2010

Reflexiones sobre la lectura tras visitar Carrefour

Hace un par de días fui a Carrefour, al centro situado en la madrileña Gran Vía de Hortaleza a ver precios de ordenadores. Inevitablemente, tal y como ocurre cuando visito un hipermercado o unos grandes almacenes, pasé por la sección de librería, una sección, por otro lado, que frecuenté durante un largo tiempo, cuando vivía a dos o tres manzanas del centro y era el único lugar próximo y accesible (en el barrio) donde otear las novedades literarias en narrativa (jamás de poesía, es un territorio en las antípodas de Carrefour y asimilados, carne de librería sobre todo). Hablo de finales de la década de los 90 y de los primeros años del siglos XXI. Recuerdo que, aunque el best-seller y los grandes premios, comenzando por el Planeta, tenían prioridad en los mostradores, podías hojear buena parte de los títulos recogidos en los catálogos de las editoriales literarias más prestigiadas. Pienso en Anagrama, Alfaguara, Destino, Tusquets, Espasa, Lumen, Alianza.... Incluso había un pequeño fondo de clásicos de bolsillo de sellos como Cátedra, Castalia o las ya citadas Alianza (¿cómo olvidar las míticas portadas de Daniel Gil?) o Espasa (la legendaria colección Austral). Y ocasionalmente era posible encontrar algunos libros de pequeñas editoriales todavía no canonizadas pero con un catálogo de calidad: Fundamentos, Pre-Textos, Muchnik, Circe, Hiperion...
Portadas de Daniel Gil para Alianza bolsillo

Pues bien, en la visita referida al principio, me llevé una desagradable sorpresa. El espacio antaño destinado a la literatura de esos sellos editoriales se ha reducido a la mínima expresión. Su lugar lo ocupan ahora el best-seller, los libros de autoayuda, la novela histórica en sus múltiples versiones (desde las intrigas religiosas hasta los thriller que imitan a la novela negra de los países nórdicos pasando por historias medievales). Cierto que buena parte de esos libros son editados por los grupos a los que pertenecen algunas de las editoriales literarias antes mencionadas, que han reconvertido colecciones adaptándolas al modelo "código da vinci", pero no lo es menos que el espacio de la literatura de calidad se ha reducido de manera notoria. Incluso, insisto, teniendo en cuenta que Carrefour, como otros hipermercados parecidos, nunca ha sido un modelo de librería donde encontrar la mejor literatura.

Hablé de ello, un día después, con Pepo Paz (Bartleby) y con Javier Santillán (Gadir), dos editorres de la leva independiente y a contracorriente y, en general, estábamos de acuerdo en algunas cosas que intentaré explicar. La combinación de diversos elementos, entre los que cabe destacar los dos esenciales a mi juicio, el avance de la edición digital y la llegada del e-book, de un lado, y de otro, la crisis económica, que tras dos años sin afectar el libro, ha comenzado a tener sus efectos en el sector. Un fenómeno, este último, contradictorio puesto que los libros que se venden en los hipermercados no son los que compran los letraheridos y demás amantes de la literatura (todos los expertos dicen que son los libros de los que prescinden los sectores culturalmente menos formados)  y los letraheridos , a su vez, son (somos) los menos propensos a prescindir, con la crisis, del libro. El caso es que en la última Feria del Libro se notó, según comentaban ambos editores, un cierto retroceso en las ventas globales con respecto al pasado año y que las cosas, sobre todo para las editoriales independientes, empeñadas en la calidad y en la apertura de caminos inexplorados en el campo de la poesía, de la narrativa y de otros géneros, no están nada fáciles.

Sin embargo, me parece que se trata de una situación coyuntural. Que vivimos en el centro de un gigantesco reajuste (en el ojo del huracán o en el punto ciego de la tempestad) de las formas de lectura, del soporte del libro, cuyos resultados tardaremos en ver, al menos, un lustro. En todo caso, creo que lo esencial es que no retroceda el gusto por la lectura, por la buena literatura: que avance y que se extienda a la vez que se refuerzan los trabajos dirigidos a garantizar los derechos de autor y el copyright. Sea en soporte digital, en cualquiera de los modelos de e-book, sea en el libro convencional. Los escritores, junto con los lectores exigentes, con los editores independientes, con los críticos y periodistas culturales, con los profesores de universidad y con los de Secundaria, somos el sujeto colectivo que puede y debe contribuir a ello. No volveremos a los tiempos en que una librería como Shakespeare & Company era, desde París, el referente del paraíso del libro para todo escritor que se preciara. Pero sí  ayudaremos a que sellos surgidos en los últimos doce años como  Bartleby, como Demipage, como Gadir, como Rey Lear, como Libros del Asteroide, entre otros, que están realizando una labor en favor de la buena literatura que no tiene precio, sean la referencia obligada de la buena literatura y del descubrimiento. Algo, por cierto, que está ocurriendo ya: estén sus títulos más o menos presentes en las mesas de novedades de librerías y grandes almacenes, demuestran, semana tras semana, que frente a la abdicación de algunas grandes editoriales ante la presión del mercado puro y duro (que parece establecer sus servidumbres del mismo modo que las establecen los llamados mercados en las políticas económicas de los gobiernos, comenzando por el de España), es posible mantener la dignidad de la mejor poesía en castellano y en otras lenguas y de la mejor narrativa.
Imagen de la librería Shakespeare & Company, de París. Años cuarenta.

Más de una vez he leído que la radio, la televisión e internet son los grandes enemigos del libro. No lo creo. Pueden ser sus grandes enemigos, pero también sus mejores amigos,  sus más poderosos avalistas. Programas como El Ojo Crítico o La Estación Azul, de Radio Nacional podrían ser un referente para otras cadenas, públicas o privadas, de radio. Sería necesario potenciar programas en televisión que promuevan el gusto por la lectura y el amor a los libros. Programas atractivos, hasta divertidos si se quiere, que no duerman al telespectador y generen un sentido crítico y exigente. A este respecto, no puedo sino lamentar que un programa de La 2, de TVE, llamado Página 2, dedique la mayoría de sus espacios al best-seller, a los libros que se venden masivamente, a libros que no necesitan ese tipo de empeño de la televisión pública. Creo que de un modo parecido a como un programa de televisión puede fomentar la danza, o los bailes de salón, otro puede fomentar la lectura, la mejor lectura.

Vivimos tiempos complejos, nada fáciles. Y frente a las amenazas que se ciernen sobre la lectura, sobre el libro de calidad (en sus distintos soportes, que quede claro), es necesario un poderoso impulso a favor de la lectura. Un impulso dirigido a todos, pero especialmente a los niños y adolescentes. Es preciso proclamar a los cuatro vientos que leer es una experiencia única, maravillosa, mágica. Que un poema, un cuento o una novela no cambian el mundo, sin duda, pero pueden cambiar al lector que se acercó un día a cualquiera de esas obras. Lo cual es una forma, quizá más eficaz, más honda, de cambiar el mundo.

De cualquier modo, diré algo respecto al e-book: más de un amigo se hizo con uno hace no menos de un año. Lo utilizó al principio, sobre todo en los viajes, pero al final sólo hace uso de él para leer manuscritos, textos de consulta y otro tipo de obras que no están en el formato tradicional. Eso no quiere decir nada. Pero creo que el libro sigue siendo un instrumento tecnológicamente muy avanzado. Está en la vanguardia. En el vídeo bajo estas líneas se recogen sus grandes innovaciones tecnológicas. Viva la lectura.

10 comentarios:

David Pérez Vega dijo...

Hola Manuel:
Como casi siempre, me siento identificado con lo que escribes.
Más delirante que la sección de libros de Carrefour (yo compré "el libro del desasosiego" de Pessoa en el Simago de Móstoles, hace ya bastante) es la sección de libros de Mediamark. Cuando voy al del Parque del Oeste de Alcorcón no dejo de maravillarme.

Pero para librerías de centros comerciales me quedo con una sorprendente y oculta: los libros del Ikea. No están a la venta, ocupan, como adorno, las estanterías de muestra. Es posible que sea la única persona en España que los ha hojeado: son libros de verdad escritos en sueco.
Empecé a pensar en escritores de calidad suecos que pueden publicar porque las tiradas las compra Ikea para distribuir las unidades como complemento en todas las estanterías de todos los Ikeas del mundo. Y deben de ser muchos Ikeas; el mayor patrocinador, posiblemente, de las letras suecas. ¿Por qué que hacer si eres sueco y no quieres escribir novela negra? ¿Morir en el intento? No, tienes la demanda de los Ikeas.

Feliz verano.
Saludos

RAB dijo...

Pero Manuel (y no te lo tomes como un reproche, porfi)
también tú...
mira que echarle el ojo a Carrefour...
sea para una PC, sea para libros...
¿qué puede esperarse de ellos? Conozco un par de sitios donde puedes conseguir PC de buena calidad y al precio de C. A mí el anterior que compré me duró 6 años :) El lugar es Contact PC y está en SS de los Reyes. Un sitio pequeño.
Últimamente voy a los lugares pequeños para todo, especialmente para libros... básicamente para no deprimirme :/ justamente por lo que describes tan bien en el post... la crisis inventada por la banca hace estragos en el bolsillo, y esto se refleja en las almas. De ahí el éxito sin parangón de los libros de autoayuda: primero te jodemos y luego te decimos cómo curarte :)
¿no es perverso?
La psicopateada del sistema no tiene parangón: se promueve una literatura que no mueva a reflexión, una literatura que dé recetitas, que "entretenga", etc. Boicot a eso.
Otra: también voy a sitios pequeños porque las grandes superficies me dan vértigo. Me quedo sin energía en media hora si entro en un sitio de esos!!! Será que no he podido curarme de espanto...
:+ :+

Unknown dijo...

Pero, Manolo, ¿qué haces tú yendo a Carrefour?

Manuel Rico dijo...

A David:
Siempre me han llamado la atención los libros en sueco (y en tapa dura, por cierto) de IKEA. En fin... De todos modos, te diré que hubo un tiempo que las librerías de los hiper eran una caja de sorpresas. Uno podía encontrar libros descatalogados tiempo atrás, pequeños tesoros en bolsillo y restos de novedades de temporadas pasadas. No me extraña que compraras en Simago de Móstoles el Libro del desasosiego. En fin, feliz verano y un abrazo.

A Roxana:
Comparto contigo la devoción por los comercios pequeños, familiares, accesibles, cercanos. Las librerías, las tiendas de artesanía, de alimentación, de ropa... Ahora bien, en la visita que cuento encontré el mejor PC al mejor precio. I'm sorry... :+

A Ana:

Ya ves, uno que tiene, a veces, sus debilidades.
Abrazos.

Lola Torres Bañuls dijo...

Hola Manuel:

Al leerte esto me recuerda un poco la sección de música clásica de "El Corte Inglés". Yo soy muy aficionada a la música clásica. Tengo mucha música en casa de toda clase y no me la bajo de Internet. Hace unos 10 años aprox. me iba con una lista confeccionada de títulos y me los compraba. Había una gran cantidad de propuestas excelentes. Ahora la sección de m. clásica se ha reducido a menos de la mitad.

Creo que siempre habrá buena literatura en librerías más especializadas. Eso espero.

Manuel Rico dijo...

Eso espero... y deseo yo también, Lola. De todos modos, pienso que la literatura, como el arte en general, seguirá existiendo mientras el ser humano exista.
Un abrazo.

dorita dijo...

Interesante reflexión sobre hipermercados, tiendas y libros. Me ha hecho recordar la vieja librería (que todavía existe y visito) de mis tiempos del Instituto , y volver a buscar incesantemente los tres primeros libros que compré allí: las tragedias de Sófocles y Eurípides, que irremediablemente he perdido, pero que cada cierto tiempo sigo buscando. Eran unos libritos de formato pequeño,casi como una agenda de bolsillo , y la colección tenía un nombre que no recuerdo, ya que luego me atraparon los de la colección Crisol, de Aguilar, con las cubiertas de piel de colores: esos si los conservo, especialmente los de poesía. Junto con las tragedias griegas había comprado una biografía de la Princesa de Éboli, que muchos años después (Edhasa1986 ) recreó la irlandesa Kate O´Brien entre la historia y la ficción, mucho más interesante y adecuada a mis gustos de adulta.
Es lo que tiene la lectura la escritura y especialmente el libro, siempre puedes volver, porque te están esperando, y aunque algunas veces se pierda alguno en las mudanzas de la vida, se pueden remplazar. ¡Hojalá sucediera lo mismo con las personas!, el paisaje, o la sombra del árbol preferido de cuyo tronco sublimado cuelgan ramas de silencio cargadas de hojas recuerdos, poesía y añoranza.
De la colección Austral, no quiero decir más, Manuel, me recuerda tantas cosas...Fue tan imprescindible, al igual que los libros de París, al igual que tantos recuerdos... Un abrazo

Manuel Rico dijo...

Muy hermosa tu evocación, Dorita. Confiemos en que la posibilidad de esos recuerdos (por supuesto, actualizados) no quede cercenada para las nuevas generaciones de lectores.
Un abrazo.

RAB dijo...

Para mí fue un verdadero placer encontrarme hace unos años en un anticuario de la calle Fuencarral un ejemplar de Rayuela, de la Colección biblioteca Contempóranea Seix Barral ¡¡en Madrid!! una edición bonaerense, con la rúbrica del autor. Me lo quedé, obviamente. Lo bueno de los libros, también, es que las ediciones atraviesan el mar, y no siempre de la mano de las distribuidoras sino de sus propios dueños. Lo que me pregunto es quién puedo haberse querido deshacer de ese libro... ¿sería para que alguien le adoptara? El destino de sus libros, y sus idas y venidas, sigue siendo un tema apasionante.

Manuel Rico dijo...

Bueno, bueno, Roxana...
Yo encontré, en un pequeño kiosko de periódicos de Buitrago de Lozoya,una novela mítica de Mario Lacruz (fue editor de Seix Barral y narrador semioculto de la generación del 50) editada en bolsillo por Bruguera en 1981 ó 1982: "El inocente". Fue premio Simenon en el año 58 ó 59, fue escrita a la sombra de "El extranjero" de Albert Camus y es considerada la primera novela del género negro publicada por un autor español después de la guerra. Ha sido reeditada recientemente, pero nada como aquel viejo ejemplar de saldo en el kiosko de ese pueblo norteño de Madrid. Sorpresas te dan los libros.

Saludos.

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