viernes, 23 de octubre de 2009

El esfuerzo de leer "Nocilla Lab" y algunas reflexiones

Cambio imagen de cabecera. La fotografía está tomada en marzo del pasado año. Es la calle del Fresno, lugar en el que está nuestra casa en el valle. Al fondo de la calle se levanta el monte de la Cruz. Aquel día de marzo había nevado ligeramente y la loma mostraba un ligero manto entre blanco y gris. La calle parece embarrada y los árboles, pelados, hablan de la tardanza de la primavera.

Tropezar dos veces en la misma piedra
Caí de nuevo, lo confieso. Soy un confiado lector que intenta acercarse a cada libro con la mirada inocente de quien intenta ser feliz viviendo una historia construida con palabras en la que respiren la emoción, la escritura reveladora con su punto de misterio, los grandes sueños del hombre y sus grandes frustraciones, un argumento que me atrape, que me lleve, que me quite el aliento si es necesario, que me haga vivir durante el tiempo que dure la lectura en estado de vigilia: una forma de recomponer la existencia, de ordenar el mundo en definitiva mediante el lenguaje. Es decir: esa magia que alienta en toda buena obra narrativa, sea del siglo XVI, sea del XIX, del XX o del XXI. Pues bien, hace algunos meses dediqué una entrada de este blog al libro Postpoesía, de Agustín Fernández Mallo. En ese texto (Postpoesía, emoción....), y en uno más largo, publicado en El País con el título La novela en el siglo XXI goza de buena salud intenté reflejar mi crítica, respetuosa sin duda, pero también rigurosa (al menos, esa fue mi intención) a una literatura que lejos de intentar, como decía arriba, proponer una ordenacíón del mundo (algo que intentó, con una lucidez extrema, un autor tan experimental como Joyce en Ulises hace casi un siglo contando el día irrepetible de su protagonista en el Dublín de principios del siglo XX o, con una dimensión sombría, oscura, Juan Rulfo en Pedro Páramo), se recrea en el caos, en el fragmento, en el discurso reiterativo que aburre y agota.

Decía al principio que soy un confiado lector que intenta acercarse a cada nuevo libro con mirada inocente y generosa. Eso me ocurre, de manera muy especial, cuando el libro me viene recomendado por una persona de confianza. Pues bien: en el blog de un buen amigo (y buen escritor) leí hace poco más de una semana un elogio sin fisuras, con calificativos casi hiperbólicos, hacia la tercera entrega de la trilogía de Mallo llamada "proyecto Nocilla". Se trata de la novela (o como queramos llamar al libro) Nocilla Lab. Tal y como suelo actuar en tales ocasiones, en cuanto pude busqué el libro en la mesa de novedades de la librería más próxima y lo compré. Lo compré pese a mi trabajosa lectura de Nocilla dream, el primer volumen de la trilogía; también a pesar de mi incapacidad para acabar el ensayo citado al principio. Reconozco que soy muy sensible a los elogios y era tal la pasión que mi amigo ponía en su blog que me dije: "Tiene que ser, por fuerza, un libro magnífico".

Mis dudas
¿Es un libro magnífico? No lo sé. Mi experiencia ha ido en dirección contraria. He llegado a la página 40 y sospecho que no continuaré. Por agotamiento / aburrimiento. La historia es endeble o no hay historia (digo argumento, digo trama). Ya sé que se trata de la novela que responde (eso afirma su autor) a la realidad fragmentaria que nos ofrecen las TIC (léase tecnologías de la información y la comunicación), el universo Internet y el mundo que asoma en las pantallas multicanal de nuestros televisores por satélite y TDT. Pero, con todos los respetos, creo que la realidad fragmentaria, caótica, desordenada, forma parte de la percepción del hombre de todos los tiempos. Es parte consustancial de la percepción de la realidad. Ya estaba presente en el mundo en que escribió Cervantes, y en el siglo XIX, y, de manera aún más intensa en el siglo XX. Lo que hicieron los grandes escritores, lo que hacen hoy, no es trasladar (reflejar) al texto el caos y la fragmentariedad, sino proponer un orden a ese mundo, dotarle de sentido de acuerdo con las más hondas aspiraciones del ser humano. No hace mucho, leí/contemplé Poema en viñetas. Novela gráfica, de Dino Buzzati, aparecida en Italia en 1969 y me pareció curioso el mestizaje intergéneros que el autor de un clásico como El desierto de los tártaros abordaba en ese libro: el comic y el texto literario conviven y se interrelacionan. Hace 20 años, durante el proceso de edición de mi primera novela, Mar de octubre, Juan Serraller, el editor (Fundamentos) me regaló dos novelas emblemáticas del experimentalismo norteamericano de los 60/70: La subasta del lote 49, de Thomas Pynchon, y Quimera, de John Barth. Las leí con esfuerzo pero las disfruté: construían mundos frente a la lógica del caos (que no era propiamente el caos, que era la lógica de los poderes dominantes que llevaron a Vietnam y a la guerra fría) que parecía gobernar la realidad (sin Internet).

Más de una vez he escuchado de algún escritor o de algún crítico que el modo de narrar del "proyecto nocilla" es el modo de narrar del siglo XXI. Siempre he recibido tal afirmación con perplejidad. Porque creo, con toda sinceridad, que es la vía más directa para eludir el desafío de construir una historia sustentada en el lenguaje y en todas sus capacidades de misterio, de revelación y de emoción junto con el interés que puede aportar una trama con un orden o una lógica interna que lleve al lector del principio al final. Ese es el secreto de La metamorfosis de Kafka o de El tambor de hojalata, de Günter Grass. Incluso El hombre sin atributos, de Musil, un monumento literario cargado de complejidad, no es otra cosa que un intento de aportar un orden al desorden de la realidad del mundo especialmente amenazado y confuso del período de entreguerras.

Una razón subjetiva
Hasta aquí algunas razones que creo objetivas respecto a mi desconfianza hacia ese tipo de literatura. Añado una puramente subjetiva: creo que tal opción, en la medida en que no requiere otra cosa que escribir dignamente para reflejar, de manera integrada, a modo de collage o de palimpsesto y mezclando todos los materiales que nos suministran las TIC, la fragmentariedad con que vemos el mundo, es la más fácil de abordar. Diré más: a veces tengo la sensación de que se trata del traslado al formato de libro de un blog. Si miro hacia atrás, valoro los dos años largos de vida de Al margen, mi blog, y lo releo, me digo: "Mira por donde, aquí hay una novela fragmentaria". Y no es eso. Creo yo.

Lo que pienso de la literatura: una entrevista
Cierro con el enlace a un vídeo. Se trata de una entrevista que hace algunos meses me hicieron para la televisión de esmadrid.com a propósito de la publicación de Verano, mi última novela. En la medida en que en ella delimito, hasta cierto punto, un corpus teórico y explico mi concepción de la literatura, os invito a pinchar aquí: Entrevista.


10 comentarios:

Pepo Paz Saz dijo...

A mí la primera rebanada de la Nocilla se me atragantó en torno a las primeras cien páginas. Habiendo pendiente tanto y tan bueno por leer yo, la verdad, como lector no pienso entrar más al trapo de lo que nos quieran colar como novedoso los encargados del marketing editorial de la editorial que sea. Y lo que opinen en ciertos blogs ya lo pongo en cuarentena, Manolo. A veces se tiene la impresión de que la gente sólo lee y recomienda los libros de los amigos o de las editoriales donde publica...; así que prefiero que me las den con queso, no con nocilla.

Manuel Rico dijo...

Bueno, parece que compartimos visión de la jugada. De todos modos, no es malo pecar de buena fé y comprobar por uno mismo que el marketing es, en más ocasiones de lo que desearíamos, una cáscara hueca.
Por otra parte, me parece muy curioso el silencio de los lectores ante una entrada tan polémica y compormetida como ésta. Ayer, sábado, hubo un altísimo número de visitas. Hoy menos. Pero es llamativo que nadie comente nada respecto a una visión que cuestiona lo que algunos nos quieren colar como paradigma de la modernidad.
En fin.... Gracias por tu comentario.

David Pérez Vega dijo...

Hola Manuel:

Comentaba en mi blog que he estado durante los dos últimos meses leyendo en exclusiva a autores argentinos, libros que me traje como recuerdo de mi viaje a ese país este verano y de mis paseos por la calle Corrientes de Buenos Aires.

Leí “Una novela que comienza” de Macedonio Fernández, e hice una broma creando uno paralelismo entre la obra de los dos Fernández.
Yo no he leído nada de Fernández Mallo, salvo las reseñas (lo que en otro orden de cosas podría considerarse una lectura posposmoderna de la literatura posmoderna, y hojenado los libros de Agustín veo por dónde va la cosa), aunque leeré pronto “Nocilla expericience” que me regalaron por mi cumpleaños.

Hablando de la literatura vanguardista de Macedonio, de sus planteamientos estéticos, decía que se dedica a pasar de una cosa a otra, inicia un argumento, lo abandona, el autor interviene aparcando a los personajes, cuenta un chiste, hace teoría sobre la novela, hace un nuevo prólogo… Es decir, su novela escrita en los años 20 del siglo XX, era muy fragmentaria, muy posmoderna.

Ahora estoy releyendo a Borges, que también hace comentarios sobre otros libros, interrumpe sus reflexiones para hablar de algo de “Las mil y una noches”, por ejemplo. Descree de la figura del autor. Es decir, estamos ante otro posmoderno ya a mediados del siglo XX

Por seguir con los argentinos, Ricardo Piglia, en “Prisión perpetua” cambia el punto de vista, usa un diario, se vale de recuerdos, de escritos de un personaje, en un momento del libro inicia una serie de microrrelatos… esto en los años 80.

Así que los planteamientos posmodernos parecen ya muy antiguos en realidad, y esto sólo hablando de la literatura argentina.

Ya leeré la novela de “Nocilla experiencie” y la comentaré en mi blog. Supongo que aún no hay ningún problema orwelliano para opinar si un libro te gusta o no te gusta, siempre dentro del respeto.
Me hace gracia ese comentario que dejas ver sobre una conspiración de silencio y el miedo a la opinión.
Supongo que el querer descubrir lo más nuevo es algo común a cualquier época, así como la creación de generaciones, aunque la literatura debería aspirar más bien a lo atemporal y universal.

Saludos y gracias por haber enlazado mi blog, ha sido una agradable sorpresa verlo esta mañana.

Manuel Rico dijo...

Me parece muy bien tu recorrido por experiencias de novela fragmentaria. Eso me confirma en la idea de que en tiempos en que Internet y las TIC no eran ni una posibilidad en el horizonte, ese tipo de narración ya ocupaba un lugar en el panorama literario. Es decir,que lo que hoy aparece como novedad vinculada a al ciberespacio y la fragmentariedad que ofrece ese mundo no lo es en absoluto. Viene de mucho antes.
En todo caso, a mí me interesa sólo muy parcialmente. Gracias por tu comentario y un abrazo.

Kosmonauta del azulejo dijo...

Yo tampoco leí la nocilla por eso me absenía de comentar. Sin embargo, más allá de la nocilla, creo que en tu entrada tocas un tema muy jugoso, y además necesario: el tema de forma/fondo. Figura/fondo, que sería en las artes plásticas (donde pasa algo similar a la literatura, y pasará en todas las artes).
El mundo de las artes está lleno de estetas, y en esto se parece mucho a la pasarela de Cibeles. Forma sin fondo, a eso me refería yo en una entrada donde hablaba de ciertas literaturas llamadas alternativas. Pero, ¿alternativa por qué y de qué?¿No sería alternativa una literatura que se arriega a soltar esas "verdades incómodas" que tan poca gente quiere leer? Una literatura que, claro, posiblemente no vaya a venderse tan bien como las nocillas, que siempre serán dulces. Una literatura que inclusive en su forma no planteara grandes rupturas formales, pero que pusiera en palabras lo que piensa, lo que siente, lo que sufre el hombre de a pie (tenga ordenador o no, tenga el iPod o no).
Sin embargo, no, parece que la alternativa llega siempre hasta la forma, pero al parecer no puede trascenderla. ¿Será que no hay mucho fondo que atravesar? Eso es lo que me pregunto. Y me parece que es también lo que te preguntas tú.
Hablando de escritores argentinos y de la fragmentariedad, me he acordado del Adán Buenosayres. Viniendo de una realidad tan "fragmentada", Marechal no podía hacerse otra cosa que escribir fragmentariamente. Y esto no es cosa de las nuevas tecnologías, que se pretenda reformular el viejo concepto de novela polifónica ya sería otra cosa. Pero en el fondo... (que de eso hablamos) y más allá de la forma: ¿hay algo que decir?

Un saludo, Manuel.

p/d; en cuanto a la nocilla de toda la vida, nisiquiera la como: me recuerda tanto al dulce de leche, que paso. A mí me van más los salados.

Manuel Rico dijo...

En efecto, R.A.B., esa es la pregunta: ¿hay algo que decir?. Es obvio que forma y fondo, en literatura (y en arte) conforman una materia indivisible: la obra, el texto. Puede ser un texto absolutamente innovador, incluso rupturista, pero el asunto es de qué habla el texto. Por ejemplo, El tambor de hojalata, de Grass,fue una novela rupturista, formalemente innovadora. Pero con una historia que contar, con "médula". Igual cabe decir de cualquiera de las novelas de Faulkner. O de "Si te dicen que caí", de Marsé.
En todo caso, te diré que quizá sea sólo un problema de gustos personales. Y en ese terreno, me aburre infinitamente la novela sin norte, sin hilo conductor y, sobre todo, sin incertidumbres, sin vida: lo que quiere decir, sin dolor, sin amor, sin pasión, sin dudas.
Abrazos.

Leo Zelada dijo...

En este asunto de los Nocilla coincido contigo. Es que me `parecía inconcebible que una novela tan poco trabajada no fuera cuestionada por casi nadie. Es un invento editorial. El boom también fue un invento editorial, pero tenía detrás grandes escritores.
Por otro lado el libro Postpoesía es un mal libro que nos han vendido en un cierto envoltorio de falsa vanguardia. El principal elemento de las vanguardias es la mirada crítica. Y Postpoesía es un canto a la frivolidad.

Anónimo dijo...

Mi opinión sobre el proyecto Nocilla es radicalmente contraria a la suya. Quizá se deba a una mayor cercanía generacional a su autor, y eso me haga más receptivo a aprehender su proyecto.

Personalmente, si he de elegir entre alguna de las novelas (o como lo queramos llamar) de la trilogía, acepte Nocilla dream. Creo que posee una unidad entorno a la imagen del árbol que le aporta mayor consistencia al relato. Nocilla Experience pierde ese centro germinador, pero a cambio gana en cuanto a la perdurabilidad de sus imágenes y, quizá llegue en momentos aislados a puntos más altos literariamente. Me refiero a esa historia final del padre que busca a su hija (no doy más detalles para aquellos que aún no la han leido). En el caso de Nocilla Lab creo que puede leerse tanto como novela dentro de la trilogía como aisladamente y en ambas funciona.

Con todo, no es un proyecto ínclito y perfecto, e igual que aparecen imágenes desde mi punto de vista sublimes, otras son denodadamente fallidas.

Usted en su blog ha expuesto su crítica y sus argumentos para ello. Sin embargo, y pese a no compartirlos y pensar que es una posición en cierta medida conservadora, lo que me llama a escribir aquí es el hartazgo a cierta crítica a la obra de Fernández Mallo. Su posicionamiento me parece literario y argumentado. Aquellos que se basan en ciertos juegos literarios sobados y ridículos ("prefiero que me las den con queso", no tiene usted más que irse a cualquier libreria a la mesa de novedades y tiene usted una quesería) me parecen lamentables. Lamentable y endeble es usar el "argumento" repetitivo del marketing como forma de denostar una obra. Lamentable, endeble y olvidadizo. Nocilla Dream fue editada por Candaya. Nocilla Dream ya tuvo cierto éxito mediático. ¿Sólo se debe al marketing? ¿De verdad creen que Candaya dispone de esos instrumentos de marketing? ¿De verdad, Candaya? El colmo es criticar una novela no leida en base a ese marketing. ¿Es una crítica del marketing entonces? He de suponerlo, pues no han leido la novela. Eso que se dice que sería el colmo de la crítica posmoderna es erroneo, sería el colmo de la arqueológica y blanda crítica española.

Un saludo, Manuel.

MANUEL RICO dijo...

Creo, amigo Ánónimo, que siempre el mejor juez es el tiempo. Yo compré Nocilla dream gracias al boca a oreja. Me resistí a comprarla (y no porque fuera una obra rupturista, renovadora, sino porqu pensé que no me iba a interesar), pero, al final, decidí que tenía que juzgar el libro por mí mismo. He de confesar que no pude con él. No me pareció original: quien haya leído la literatura experimental norteamericana (Barth, Pynchon, pero también a Dos Passos, menos experimental aunque sólo en apariencia), o a Joyce, o a Juan y Luis Goytisilo (no te pierdas la tetralogía Antagonía), ya está acostumbrado a innovaciones y rupturas incluso más profundas. Sencillamente, me pareció muy bien escrita pero dispersa y sin densidad emocional (es lo que, junto a un lenguaje revelador, más me interesa en una novela), epidérmica, superficial. No tiene nada que ver esa opinión con que yo pertenezca a una geeneración anterior. La comparten muchos otros escritores incluso más jóvenes (si ves mi entrada sobre Postpoesía de hace algunos meses, podrás leer mi reflexión comparando el concpto de Fernández Mallo con la obra de poetas mucho más jóvenes que él).

Mi concepción de la literatura no es conservadora. ¿Es conservador Pedro Páramo, o La metamorfosis, por ejemplo? ¿Y Crónica d una muerte anunciada? ¿Y Vida y destino, de Grossman? Es distinta. Igual que era distinta la concepción poética de García Lorca de la de Cernuda o de Huidobro, salvando las distancias. Esta polémica forma parte de la vida literaria y de las contradicciones estéticas desde las pugnas entre Góngora y Quevedo. Como poco.

Un gran abrazo.

Anónimo dijo...

Disculpa, en primer lugar, aquello de conservador entonces.
Ya digo que no me refería a tu crítica que como bien has dicho puede pertenecer a un debate literario en el cual uno expone sus argumentos y otro los suyos. Por ejemplo si miras los ejemplos que tú mismo has utilizado, salvo los Goytisolo, no hay más ejemplos de escritores en este país (sí en nuestra lengua , pero ese es otro cantar). ¿No es razón esa para la necesidad de una cierta, a mi modo de ver profunda, renovación?

Pd: Luis Goytisolo es una de mis asignaturas pendientes, pero realmente es difícil llegar a todo y los libros que más interés tenía en conseguir me está costando encontrarlos.

Un saludo

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