Previo: cambio en la portada. La fotografía muestra un hermoso roble desnudo en medio del monte, cerca de Puebla de la Sierra, antes Puebla de la Mujer Muerta. Of course, la foto es mía.
El juego
Hoy me voy a entregar, en esta entrada, a un sugerente juego. Estoy viviendo, casi en paralelo, dos experiencias. Llevo muy avanzada la lectura del ensayo de Agustín Fernández Mallo (perdóneseme la rima) titulado Postpoesía con el que ha quedado finalista del premio Anagrama del género citado: voy por la página 118 y creo que mi destino es interrumpir, en breve, la lectura por agotamiento. La segunda experiencia consiste en lo siguiente: coincidiendo con la Feria del libro de Madrid, por consejo de mi amigo Pepo Paz, me leí de un tirón un poemario conmovedor y lleno de innovaciones formales: su título, Guerra de identidad, su autora, la galaico-croata Déborah Vukušic (Ourense, 1979). El juego consiste en relacionar dialéctiamente una y otra. Postpoesía: una ficción
Es evidente que el libro de Fernández Mallo (por razones de economía verbal, FM a partir de ahora) es un valiente ejercicio de imaginación que defiende parecidos (si no los mismos) postulados que ya pusieron sobre la mesa las varias vanguardias que en el mundo han sido. Eso sí, con un telón de fondo nuevo: Internet, el mundo virtual, las tecnologías de la información y la comunicación (también denominadas TIC). El canto al fragmento, la redefinición del lema que Marshall McLuhan (¿os acordáis?) acuñó a finales de los años cincuenta, "el medio es el mensaje" son algunos de los soportes del aparato teórico de FM. Sí, no se extrañe el lector. FM nos dice: "Ahora lo importante está en el continente, no en el contenido", y añade: "el nuevo contenido, lo fascinante, la obra de arte es el ordenador en sí, el móvil, la pantalla, y el nuevo continente es el texto que en ellos está escrito". Es decir, "el medio es el mensaje", McLuhan dixit. Y, con el argumento de que la poesía española no ha accedido a la postmodernidad, es decir, no se ha hecho "postpoesía", postula (cita textual) "la necesidad de que los poetas acometan sin complejos la deconstrucción de la poesía, única disciplina que todavía no lo ha hecho".
Digo que el libro es en ejercicio de imaginación que parte de una premisa a mi juicio falsa: es necesario determinar qué tipo de poesía requiere la sociedad del siglo XXI, nos dice FM. ¿Por qué? La poesía del siglo XXI se está escribiendo ya. Lleva diez años escribiéndose desde presupuestos formales diversos, incluido el que él nos propone. La fragmentariadad, el palimpsesto, el texto-mosaico, la integración/desintegración de géneros son propuestas que, con distintas variantes, han estado presentes desde los ismos de entreguerras hasta otros ismos más recientes: postismo, poesía underground, poesía visual, textos de la beat generation y un largo etcétera. Internet, el mundo digital, la mirada global que ello propicia sólo amplían los horizontes referenciales del poema, del texto literario (que son, en el fondo, los horizontes de los seres humanos en su lucha por la existencia), texto que se cimenta en el lenguaje escrito, es decir: en la palabra como elemento insustituible.
La performance, el collage, la combinación de imágenes y palabras, la mezcla de signos científicos con imágenes, la integración de las artes plásticas con otras artes, de éstas con la teoría científica, etc... pueden generar productos artísticos, "arte nuevo", pero no poesía. La poesía es, a mi juicio, palabra reveladora, se construye con palabras, esos mágicos artefactos llenos de significado, y tiene una relación profunda y estrecha con las emociones más hondas del ser humano. Por tanto, Postpoesía no es otra cosa que una obra de ficción que diagnostica muy bien la realidad tecnológica en que vivimos (así lo hicieron los futuristas rusos e italianos ante la sociedad industrial emergente, ante el maquinismo de las primeras décadas del siglo XX) y genera el paradigma falso de dar por muerta la poesía tal y como la entendemos, vivimos y sentimos.
Y... poesía. Es decir: Déborah y su libro
Todo esto me lleva a la segunda experiencia: el libro de Déborah. Se trata de un libro de poemas (en realidad es un libro-poema) escrito con un lenguaje directo, sencillo, pero lleno de esas difíciles iluminaciones que despuntan en ese tipo de lenguaje. Iluminaciones del idioma que encienden luces interiores en el lector, que conmueven, que lo conducen al borde (y nos es sentimentalismo barato) de la lágrima, de la compasión, de la solidaridad más honda. ¿Es postmoderna Déborah? ¿No lo es? Curiosamente, desde el punto de vista generacional, es 12 años más joven que el autor de Postpoesía: nació en 1979 y cumplió los quince años cuando los ordenadores ya formaban parte de la realidad cotidiana de las sociedades occidentales. Se ha criado en la sociedad postindustrial (hablo de occidente, porque tres cuartas partes de la Humanidad están todavía en la preindustrial cuando no en la esclavista), ha crecido en la era de la tan manida postmodernidad y, comparada generacionalmente con FM, podría ser definida como "tardoposmoderna". Pero se pone a escribir poesía y nos habla de su memoria (que es íntima y es colectiva a la vez), de la huella turbia, dramática, cruel, que ha dejado en parte de su familia la guerra de los Balcanes, de la sombra de los asesinatos, de un criminal de guerra muy próximo sentimentalmente, del hondón de las relaciones familiares, del amor y del odio, de la infancia y de la adolescencia, de los sueños realizados y de los amputados, de vida y muerte y enfermedad y miedo, de gozo y risa también. Y lo hace con palabras que evocan, cargadas de sentido, de emoción, con verso corto y musical y seco a la vez, y nos deja boquiabiertos y nos perturba y nos pone frente a nuestros propios fantasmas. Nos sitúa, en fin, ante el espejo de lo que somos: hombres y mujeres ante el claroscuro de la existencia. ¿Acaso las nuevas tecnologías, la globalización, el mundo de Internet han acabado con esa fragilísima condición? No parece.
Termino: ¿es posible escribir un ensayo sobre poesía de casi 200 páginas en el que la palabra emoción no aparece -así es, al menos, en las 118 que llevo leídas-?. Sí: es posible. Pero mucho me temo que el resultado sea un paradigma que no lleva a la poesía, sino a otros lugares. Probablemente a un juego de inteligencia, de imaginación que nace y muere en sí mismo. Déborah, como Miriam Reyes, como Elena Medel, como Carlos Pardo o Julieta Valero (y cito a vuelapluma a algunos nuevos poetas de la era de Internet, que me perdonen los no citados) se han formado a la sombra de los nuevos horizontes tecnológicos y de la post modernidad (sobre cuyos paradigmas habría mucho que decir), pero escriben POESÍA. Moderna, innovadora, rupturista en algunos casos: pero construida con palabras cuyo sentido está arraigado en las emociones más hondas, en las grandes incertidumbres de la condición humana. Como en Juan de la Cruz, o en Eliot, o en Celan, o en Vallejo, o en Machado...
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7 comentarios:
Sí, es algo parecido a lo que me pareció a mí con su primer libro de la Nocilla. No pude con él: me venció el desinterés. Es curioso contemplar cómo, periódicamente, se crean fenómenos literarios sobre la modernidad, nichos de mercado a la búsqueda de nuevos mercados. Me pregunto dónde quedó Pedro Maestre ¿os acordáis? Ah, bueno, que todo el mundo se acuerda de Vassili Grossman, Juan Marsé, etc, etc. Por cierto, a FM le dio un premio un viejo conocido tuyo, Sergio Gaspar, con muy buen olfato para estas cosas que suelen subir como la espuma después (Medel, Vilas, etc)
Llama la atención que sean miembros de una generación mayor a la de los poetas que han comenzado a publicar en el siglo XXI quienes sugieren o "revelan" la postpoesía, es decir, la no poesía como escritura poética acorde con el nuevo milenio. Sin embargo, los jóvenes-jóvenes llevan escribiendo una década sobre emociones, es decir, sobre lo que siempre ha sido motor del poema, sea más o menos experimental, más o menos realista. El premio, Pepo, se lo daría un jurado. Otra cosa es que los publicara DVD. En fin, hasta otra.
muchas gracias, don Manuel.
postpoética o tardoposmodernamente le beso la mano y le sonrío las palabras.
por cierto, en el texto de la nueva foto de cabecera hay un lapsus teclae que supongo querrá corregir.
Gracias por tu comentario, Deborah. De todas formas, te pediría que me quites ese "don" y, sobre todo, que sigas escribiendo. La verdad es que leí tu libro de dos tirones, algo infrecuente en poesía, y me gustó mucho. He entrado en tu blog y has sido muy generosa incorporando mi entrada íntegra. No era necesario.
Corregiré la cabecera. Me había dado cuenta pero la pereza ha posido más hasta ahora. Creí que nadie lo notaría. Tú has sido la excepción
Un abrazo.
Déborah:
En mi comentario, donde dice "ha posido" debe decir "ha podido". Supongo que ya has detectado la errata, pero por corregir con nuevo comentario no se pierde nada.
Gracias de nuevo
Hola, desde Asturias, Manolo. Me voy a permitir cierta relajación estival en mis comentarios. Imagino que a FM se le ocurrió enviar ese poemario al premio Ciudad de Burgos (que edita, como bien señalas, SG) justo en el momento en que su sombra mediática había roto las fronteras de Candaya y transitaba el sendero hacia Alfaguara y la omnipresencia mediática. Mi duda no era sobre la honorabilidad del jurado (para los que tengan esas dudas ya está ese archivo general que es internet y lo que quedó colgado en la red sobre una agria polémica suscitada años atrás con algún grupo de concejales del ayuntamiento burgalés acerca de la concesión del citado premio): me refería a las posibilidades que hubiera tenido el postpoeta de haber ganado dicho premio años atrás, cuando sus teorías no las conocía ni dios y su trilogía era de lectura obligada en el purgatorio...
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