Voces del extremo, Huelva, Moguer, el mundo de la poesía española diseccionado mediante la teoría literaria, también mediante la propia poesía. Pero no sólo el mundo literario: también la realidad política, social, económica, cultural. Me llega, con larga dedicatoria de Antonio Orihuela y con una petición en la que alienta cierta protesta por el silencio oficial y oficioso, la última edición de esa antología, que desde 1997 se viene rehaciendo, regenerando, creciendo, evolucionando, que se ha venido en llamar Voces del extremo. Es una antología que concentra, cada año, la aportación, teórica o lírica, de un grupo de poetas que, bajo los auspicios de la Fundación Juan Ramón Jiménez y con el impulso entusiasta de Orihuela, se viene reuniendo cada año (no el pasado, que por razones esencialmente económicas no lo pudo hacer) en la ciudad de Moguer. Aunque no tengo plena seguridad ni documento a mano que lo certifique (escribo desde un lugar distinto a mi cubil de escritor), creo que participé en Voces del extremo en el año 2000. Que, cuando recibí la invitación (de Orihuela, por supuesto), me extrañó que la Fundación dedicada al poeta que en los años de esplendor de la poesía social en España se calificaba de minoritario y exquisito (fue él, por cierto, quien dedicó su obra "a la inmensa minoría") promoviera una actividad en la que se abordaba la función de la poesía desde un enfoque entre marxista y libertario, como forma de militancia anticapitalista. Esa fue mi primera sorpresa. Lo demás, comenzando por mi propia presencia en Moguer, fue una pertinente y apasionada reflexión sobre la función social del poema (y de la literatura) en el fin de siglo y algunas memorables lecturas. Allí inicié amistades -Enrique Falcón, el propio Antonio Orihuela, Eladio Orta, Francis Vaz, Antonio Rigo, Antonio de Padua- que al día de hoy mantengo pese a determinadas polémicas y discrepancias (la antología Once poetas críticos, por ejemplo) y allí ahondé otras iniciadas poco tiempo antes: pienso en Jorge Riechmann, en Isabel Pérez Montalbán, en José María Parreño.
Antonio Orihuela me cuenta que el año pasado no hubo Voces del extremo -lo he dicho antes- y que este año se ha celebrado el encuentro gracias a la contribución y al altruismo de los participantes. Ambos datos, en un tiempo en el que ciertos poetas confunden la actividad literaria con una suerte de permanente presencia en los medios y en el que es difícil defender una poesía que vaya más allá del ensimismamiento sin que al poeta en cuestión lo tachen de panfletario, me dejaron, más allá de la admiración y la solidaridad que en mí provocaron, muy preocupado. Voces del extremo debe continuar. Habrá quien diga que el director de una colección de poesía que decidió no editar una antología con once poetas procedentes de esa plataforma no está legitimado para defenderla. Mi discrepancia con Quique Falcón a propósito de mi decisión de no editar en la colección de poesía que dirijo (Bartleby) el libro Once poetas críticos tal y como me fue entregado (pese a la discrepancia de fondo sobre determinados aspectos de su prólogo, la razón de la negativa era de índole editorial: lease mi entrada, y los comentarios subsiguientes, en este blog titulada "Mi paseo por la feria del libro", de 12 de junio de 2007) no obsta para que considere imprescindible la presencia de voces críticas, de voces, si así podemos llamarlas, "antisistema". Con una condición: que escriban poesía de calidad. Entre otras razones porque, como he expuesto en no pocos textos, yo me aplico un concepto del poema que responde a la siguiente ecuación: poesía=palabra reveladora+conciencia crítica. Esa ecuación es la zona de intersección que comparto con Voces y que, creo, comparto con algunos poetas de la llamada poesía de la experiencia que se reclaman de una visión crítica. Otra cosa es el imaginario de futuro que cada uno proyecte en sus poemas, pero lo cierto es que todos compartimos esa mirada crítica sobre el mundo. Verdad es que algunos viven una suerte de pasión permanente por protagonizar un papel de relieve en los medios de comunicación. Pero los demás no tenemos la culpa. El problema es suyo y no hay que ser excesivamente perspicaz para valorar los límites del nivel de compromiso de cada cual.
Defender la pertinencia y la necesidad de Voces del extremo, incluso desde el desacuerdo y la contestación, es un deber. Lo contrario es apostar contra el pluralismo, contra la diversidad en que ha de fundarse, ineludiblemente, nuestra realidad poética.
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1 comentario:
Bienvenidas las discrepancias (bien lo sabes, tan necesarias para la izquierda). Tu apoyo a Voces del Extremo te honra, querido Manolo, y te lo reconozco.
Abrazo
quique f.
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