José María Millares Sall |
Lo descrito en el párrafo anterior, con la salvedad de lo escrito en las dos primeras líneas, es la historia conocida. Sin embargo, hubo una intrahistoria. La intrahistoria de un atropello, de un auténtico acto de censura que me afectó personalmente. La instrahistoria se inicia el 4 de enero de 2011, cuando el director de editorial Calambur me llamó para invitarme a participar en el homenaje. La razón de mi presencia, junto a mi condición de poeta y de conocedor de la obra de Millares Sall, era que yo había sido el autor de la critica al libro galardonado. Mi crítica apareció en el diario El País con el título "Pulso existencial" y fue una de las pocas que se publicó en la prensa diaria (por no decir la única). Mi participación, como la del resto de los poetas, consistiría en la lectura, en la tribuna de la sede central del Cervantes, de un poema del autor canario por no más de tres minutos. Por supuesto, acepté encantado. A lo largo de los días posteriores, Emilio Torné me informó, en alguna conversación telefónica, de la marcha de la organización, de las características que tendría el acto y de los poetas que habían aceptado participar en él. La relación se puede leer en el párrafo anterior y, por ello, no me extiendo.
Pasaron unos días (que aproveché para releer la obra de Millares y para seleccionar un par de poemas para su lectura) y, a la espera del típico tarjetón y de la cita, me olvidé del asunto mientras la editorial, con la institución anfitriona, organizaba el acto, las invitaciones y el resto de las actividades que exigía cumplir el objetivo que Calambur se había planteado. El día 14 de enero, casi a mediodía, recibí una llamada de Torné. La noticia fue clara y rotunda aunque comunicada con la desolación propia de quien sabía que, para salvar el homenaje, había tenido que tragar con una clara injusticia. Me dijo que las más altas instancias del Instituto Cervantes le habían comunicado, en la voz de su director de cultura Rufino Sánchez, y en una conversación telefónica, que yo no podía estar en el homenaje póstumo a Millares. Es decir: debía ser borrado de la lista de lectores de poemas. No había explicación, ni razón alguna (le hablaron de horarios y otras excusas nada convincentes) que la justificara. Simplemente que Manuel Rico no podía estar. Mi primera reacción fue expresar públicamente mi protesta ante tan intolerable exigencia y llamar al Cervantes para que alguien me explicara las razones de la misma, pero Emilio Torné me dijo que eso pondría en peligro el homenaje, que en él estaba comprometida la familia del poeta y el resto de los escritores y que no podía arriesgarse a que todo se fuera al traste. Lo entendí e hice un monumental esfuerzo de racionalidad.
Estuve presente, entre el público, en el homenaje. No vi al citado director de cultura. La directora del Instituto intervino brevemente en la apertura y a los pocos minutos desapareció. Supe, al principio del acto, que el poeta Félix Grande, había excusado su asistencia por razones de salud. Me llamó aquella noche para expresarme su solidaridad y su desconcierto: me dijo que no podía entender lo que había ocurrido con mi exclusión. Digo más: añadió que era la primera vez que tenía noticia de semajante actuación en su ya larga relación con el Instituto. Ése era su problema de salud, estoy seguro.
Algunos amigos íntimos me aconsejaron en aquel momento escribir un artículo denunciando aquella actuación. "Si no en el periódico, al menos en tu blog", me decían. Sin embargo, opté por la responsabilidad y por salvaguardar el compromiso con Calambur. Sí trasladé al antes citado director de cultura (en breve, para vergüenza de quienes vivimos aquel episodio y para quienes creen en la libertad de expresión, será director en el Cervantes de Recife, Brasil) mi protesta por correo electrónico. Su respuesta, tras insistir mediante otro correo ante su silencio, fue elusiva, brevísima y vergonzante. Me decía que era una actividad organizada, cito textualmente, "con la misma normalidad que el resto de actividades que se realizan en esta casa". Aquel e-mail no hizo sino dar mayor gravedad al asunto: yo había trabajado 3 años en tareas de dirección en el Cervantes y nunca, bajo ningún concepto, se había vetado a nadie en ninguna actividad propuesta por editoriales u otro tipo de entidades con un mínimo de solvencia cultural. Su nota hacía todavía más incomprensible el despropósito. Pensé que si la "normalidad" era aceptar o excluir a escritores, una institución de tanto prestigio como el Cervantes tenía un director de cultura (y a quien por encima de él legitimaba su actuación) instalado en la anormalidad, en la excepción. Es decir, en la censura.
Pronto se cumplirá un año de aquel "insuceso". El Cervantes, con toda probabilidad, habrá cambiado, para entonces, en su máxima responsabilidad. Creo que sólo una concepción abierta, tolerante, plural e integradora de la cultura puede dar pleno sentido a una institución que este año 2011 ha cumplido un cuarto de siglo. Mi identificación con la izquierda política y con los movimientos sociales y culturales progresistas casi desde la adolescencia me hace desconfiar de que ello sea así tras el triunfo del Partido Popular. No obstante, trabajaré a fondo, en mi condición de escritor y con mis modestas posibilidades, para que un episodio como el que aquí he relatado no vuelva a tener lugar. En todo caso, mantengo desde entonces una incógnita que nadie ha resuelto: ¿por qué razón se produjo aquella exclusión? "The answer, my friend, is blowing in the wind", que diría Bob Dylan.
9 comentarios:
La verdad es que, tal y como dices, es una historia increíble, que muestra un talante poco tolerante y tira por tierra el prestigio de esa institución cultural. Hay quienes todavía no se han enterado que el franquismo terminó hace décadas. Todo lo que cuenta el poeta Rico se llama, en toda tierra de garbanzos, censura.
Desgraciadamente la actuación de personajillos como el citado Rufino, a los que se les dan los cargos por afinidades y no por méritos, contaminan la imagen de las instituciones. Si su labor fue ejecutar la instrucción de vetar a un intelectual recibida de la única persona que se la podía dar, el tal Rufino se puso al nivel del felpudo. Si la iniciativa surgió de él, cosa dudosa en pasivos estómagos agradecidos, es para que nos quedemos con su nombre. Desgraciadamente son cientos de personajillos con esta minitalla los que pueblan los organigramas de las insitituciones públicas. ¿Se podrán recuperar algún día valores que ya empezaron a perderse hace dos décadas?. Fuerza, Manuel, que los enanos mentales aun no tienen cura, incluso aunque los haya promocionado el PSOE. Un abrazo de otro Manuel.
Es simplemente increíble que en pleno siglo XXI y en un país como este, sucedan cosas como las que cuentas Manuel. Toda mi solidaridad. Eso sí, echo de menos comentarios y apoyos de la gente de la cultura. El mío no vale nada, pero el de otras personas sí y mucho.
Roberto.
Manolo: nadie afiliado al PSOE nombró al director de cultura citado. Nadie de ese partido forma parte de su actual comité de dirección. Por tanto, la responsabilidad del "insuceso" (perdona el galicismo) no es achacable a esa formación política, cuyos responsables, me consta, nada supieron entonces.
Anónimo: nadie del mundo literario hasta hoy, ni siquiera quienes participaron en el homenaje (con excepción de Félix Grande) conocían lo ocurrido. Ahora lo podrán saber gracias a este blog y a facebook. Cada cual es dueño de su conciencia y de sus palabras. Con que conozcan un hecho que no debe volver a producirse me basta.
Un abrazo a los dos.
Manuel Rico.
Es una pena que pase eso. Si lo hubiera sabido no hubiera ido, y hubiera leido los poemas de millares poemas en el retiro, por ejemplo. Lo lamento mucho por tî y por el mal rato que me imagino que tuvoque pasar torné.
No, Ana. Muchas gracias por tus palabras, pero lo importante era el homenaje Millares. Mi actitud responsable ante la petición de Torné tenía también ese objetivo: que el homenaje no se fuera a hacer puñetas. Fue una actuación correcta y creo que la de todos los poetas que estuvisteis allí también. Un abrazo grande y lo cicho, gracias por tus palabras.
...perdona, Manuel, pero ante una denuncia tan honesta como la que has hecho, tan expuesta, sigo asombrado: ¿dónde está la conciencia en este país? ¿Dónde?
Y ya me callo.
Roberto.
Eso duele mucho.Me solidarizo contigo, aunque yo no soy nadie en ese mundo, en el que veo, con pena, desde hace tiempo que también la envidia lo limita, y la solidaridad escasea.Un abrazo desde mi Galicia.
Es lamentable que personajillos como el tal Rufino Sánchez sean directores de algo. Y que la señora Caffarel, que usó y abuso del PSOE, fiche a personajillos como este en detrimento de personas como el anterior director del Cervantes don Ignacio Ortega.
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