Sylvia & Ted está compuesto de poemas con una alta carga emotiva, hondos, escritos con un lenguaje que mantiene un portentoso equilibrio entre lo conversacional y lo revelador. David Aceituno ha metabolizado la poesía de ambos y, sobre todo, ha asimilado la tormentosa biografía de la Plath, su dolorosa experiencia de lo cotidiano, especialmente la desatención de Hughes, la soledad experimentada al lado de sus hijos y la herida, de consecuencias trágicas, que le produjo la marcha de Ted con su amante Assia Wevill. Sylvia Plath se suicidó el 11 de febrero de 1963 acabando con una vida que se le había hecho insoportable. Aceituno da voz a cada uno de los personajes que protagonizan lo que fuera una historia real. Ted medita, habla con Sylvia, se compadece o se arrepiente. Sylvia se dirige a Ted, recapacita sobre la soledad, sobre la depresión, sobre la imposibilidad de vivir, monologa con Assia, imagina a los amantes. Pero tales procesos meditativos no son construidos por Aceituno a partir de abstracciones. Cada uno de ellos es consecuencia de una anécdota o de un capítulo concreto, extremadamente concreto, casi siempre doloroso para ella y generador de mala conciencia, de tensión e ira, para él.
Por ejemplo: Ted habla de su conversación con Jillian, la amiga de Sylvia en cuyo domicilio ésta se refugió dias antes del suicidio, minutos después del entierro de la propia Plath: "El día de tu funeral le dije a Jillian que nadie te soportaba". Por ejemplo, Sylvia descubre que es engañada: "Supe que todo se había roto /cuando vi que tu traje favorito te quedaba algo más grande". Por ejemplo, la amante Assia dirigiéndose a Sylvia intentando exculparse por seducir a Ted: "Lo único que hice yo / fue pasar por allí, / poner mi hocico en la tristeza, /husmear una parcela de futuro". Momentos de escritura, peticiones de perdón, súplicas, lecturas de poemas, conferencias impartidas en diversos foros. Parcelas de una biografía que Aceituno recrea a la luz de sus lecturas de la poesía de ambos y tras un poderoso esfuerzo de asimilación de los recovecos psico-emocionales de cada uno de ellos. Ahora bien: aunque las raíces de todos y cada uno de los poemas de que se compone están en el mundo compartido por Sylvia y Ted, hay que decir que la destreza, el talento y la intuición de David Aceituno los convierte en artefactos absolutamente autónomos, independientes, con sentido en sí mismos.
Es, sin duda, uno de los mejores libros que ha leído en este tiempo. Un libro que lamento haber leído tardíamente. Un libro con múltiples lecturas, polisémico, que es invitación a la relectura y una llamada a la complicidad sentimental, a la apropiación, por parte de cada lector o lectora, del universo recreado. Aceituno, sin ninguna duda, asumió un desafío muy difícil, casi imposible de saldar con éxito. Pues bien: ha sabido afrontarlo y nos ha dejado un poemario de muy alto voltaje. Un poemario que, lamentablemente (aunque haya que asumirlo con deportividad), ha sido silenciado en los medios de comunicación de mayor peso de nuestro país. Y, más allá, del universo de la lengua castellana.
Os dejo con este poema, titulado "Segunda fotografía", en el que Aceituno nos muestra la calidad y la hondura de su sabiduría poética diseccionando la fotografía que sobre el poema se reproduce:
La mirada de Sylvia como un poema no escrito.
Incluso el biógrafo más severo hablaría de amor:
no desea poseer al objeto amado porque ya le pertenece.
Una mano podría deslizar su diadema
hasta taparle los ojos
y todo seguiría igual.
"Los contrastes se agudizan en las fotografías antiguas",
dice el aficionado, "el color negro impera en Ted
porque el blanco consume a Sylvia".
De la gente con labios finos suele decirse que tienen mala luna,
que son avariciosos y posesivos.
Lo que no se dice es que necesitan poseer para destrozar lo poseído.
Mirad la geometría de su rostro: el dios indestructible
de la corbata negra.
¿Qué se oculta tras su frente?
¿Un mentón es un presagio?
¿Quién de los dos será la primera víctima?
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