No he visto El cónsul de Sodoma. Tampoco me apetece verla. Y cuanto he leído (críticas, artículos de toda orientación, tribunas libres, reportajes), lejos de invitarme a ello, me han animado a lo contrario. Gil de Biedma fue uno de los grandes de la lírica en castellano de la segunda mitad del siglo XX. Tiene unos cuantos poemas que justifican toda una vida dedicada a la literatura. Lo descubrí a finales de los años 70, leí entonces la práctica totalidad de sus poemas (después publicó muy pocos) y su homosexualidad, puesta de relieve de manera intensa y sutilísma a la vez en su poema Pandémica y celeste, me pareció un ingrediente más en su forma de ver el mundo, en la temática abordada en sus poemas. Me interesó su actitud frente a la realidad circundante, de compromiso cultural, social y político contra Franco y su Régimen. Me interesó, y mucho, su perspicacia como lector de poemas, sus acercamientos críticos y teóricos a la obra de poetas como Jorge Guillén, T.S. Eliot, Gil Albert, Cernuda, Espronceda. Admiré, retrospectivamente, su implicación en el homenaje a Antonio Machado en Collioure, a principios de los años sesenta, su contribución al renacimiento cultural de una España que salía de la posguerra...
Aunque no lo conocí personalmente, la lectura de su obra y los testimonios escritos por algunos de sus mejores amigos, especialmente las memorias de Carlos Barral en Años de penitencia, en Los años sin excusa y en Cuando las horas veloces, me han permitido construir un Gil de Biedma complejo, alegre, de una enorme inteligencia, homosexual proclive a los amores furtivos y a los "hoteles de una noche", enamorado de Barcelona y, a la vez, de las tierras de Castilla, en la Segovia de sus vacaciones infantiles, lector profundo, vividor de la noche de la gauche divine de Boccacio en un tiempo irrepetible, firmante de manifiestos antifranquistas y solidario con los trabajadores y huelguistas de toda condición... Pero no un ser obsesionado hasta la paranoia por su homosexualidad, por convertir la vida en una permanente búsqueda del amor más joven e irreverente. Y sospecho (reconozco el riesgo que asumo al utilizar tal verbo al no haber visto el film) que la película de Sigfrid Monleón proyecta sobre el espectador un Gil de Biedma parcial, sustituye la parte por el todo y obvia aspectos esenciales de su vida y, sobre todo, la profundidad y complejidad de una personalidad que no sólo pasó por la vida y marcó a una sociedad (al menos, a su mundo cultural) por su condición de homosexual, sino por muchos otros aspectos.
Gil de Biedma, Blas de Otero y Gabriel Celaya
Si las cosas son tal y como nos las cuentan Marsé y algunos otros amigos del poeta, con el Gil de Biedma que la película muestra, las generaciones más jóvenes, las de los nacidos después de la muerte del poeta, van a construir en su mente un Gil de Biedma irreal, tan simple como puede ser la obsesión permanente por un pene, un Gil de Biedma poetahomosexual u homosexualpoeta y no un gran poeta y un gran ser humano que vivió intensamente, al lado de los más débiles y con la mala conciencia del burgués desclasado, en un tiempo difícil y que, también, alardeo a veces de su condición de gay. Ni que decir tiene que estoy, en la polémica que se ha mostrado en los medios escritos, especialmente en el diario El País, con Juan Marsé y con quienes han compartido, con los matices que sea, su posición.Hace algo más de un año, tras la muerte de Ángel González, escribí un entrada en este blog en la que expresaba mi radical desacuerdo con la imagen que no pocos columnistas y escritores, amigos y compañeros de muchas noches del gran autor de Áspero mundo estaban trasladando a los nuevos lectores y, en general, a aquellos amantes de la poesía interesados en conocer en profundidad a uno de los poetas clave de la generación del medio siglo: amigo de las farras nocturnas, cantor de boleros entre los vapores del vino, protagonista de borracheras memorables... y un largo etcétera de "cualidades" parecidas. Pocos aludían a su condición de poeta urbano comprometido con la lucha democrática, a su calidad de profesor en la Universidad de Nuevo México y a sus virtudes como enseñante, a su imprescindible lectura de Antonio Machado, a sus artículos teóricos, al modo en que alimentó, en los años 60 y 70 la pasión por una poesía crítica en las nuevas generaciones de la época. El lector imagianba, de la mano de los columnistas exégetas y amigos, a un Ángel González juerguista y bebedor en las noches madrileñas y no al poeta complejo y exigente, al intelectual comprometido, al innovador radical, desde una opción conversacional, directa y emocionada, de la poesía de nuestra posguerra.
Pues bien, cuanto he leído y escuchado sobre El cónsul de Sodoma me lleva a pensar que en el film se convierten la homosexualidad y el homoerotismo de Jaime Gil en el elemento esencial, casi único, de una vida que fue infinitamente más compleja y rica del mismo modo que Ángel González, tras su muerte, fue descrito en decenas de escritos (incluso preparados para homenajearlo) en el amigo de las noches alcohólicas y de la juerga. Y claro que lo fue (no es delito y es hasta saludable), pero fue infinitamente más.
Os dejo con el poema "Contra Jaime Gil de Biedma". Con sólo pinchar, veréis el video y escucharéis la voz del poeta. Que os vaya bien.
2 comentarios:
Hola Manuel:
El pasado día del libro, el 23 de abril de 2009, estuve en un entrevista pública que le hicieron a Juan Marsé (el mismo día que por la mañana había recogido el premio Cervantes). Y aunque a Marsé se le notaba cansado, estuvo simpático y tuvo tiempo para arremeter contra "El consul de Sodoma", que él ya había visto. La destrozó en unas cuentas frases certeras.
la verdad es que después de oirle no quedaban muchas ganas de verla.
A mí también me encanta "Las personas del verbo", uno de mi libros de cabecera en poesía.
saludos
No sólo es Marsé. Es una buena parte de los amigos que aún viven de Jaime Gil. Y el otro día tuve la oportunidad de conversar largamente con una persona que lo conoció (me reservo el nombre)y que vivió buena parte de los veranos de Calafell con Barral y con Jaime Gil (y con el resto de los integrantes de la generación que pasaban por allí en los veranos) y me dijo que la película contiene un sinfín de inexactitudes y de atentados a la biografía del poeta.
En fin. Entiendo que todo lo que he escrito tenga el condicionante de no haberla visto, pero es lo que hay.
Saludos.
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