Tropezar dos veces en la misma piedra
Caí de nuevo, lo confieso. Soy un confiado lector que intenta acercarse a cada libro con la mirada inocente de quien intenta ser feliz viviendo una historia construida con palabras en la que respiren la emoción, la escritura reveladora con su punto de misterio, los grandes sueños del hombre y sus grandes frustraciones, un argumento que me atrape, que me lleve, que me quite el aliento si es necesario, que me haga vivir durante el tiempo que dure la lectura en estado de vigilia: una forma de recomponer la existencia, de ordenar el mundo en definitiva mediante el lenguaje. Es decir: esa magia que alienta en toda buena obra narrativa, sea del siglo XVI, sea del XIX, del XX o del XXI. Pues bien, hace algunos meses dediqué una entrada de este blog al libro Postpoesía, de Agustín Fernández Mallo. En ese texto (Postpoesía, emoción....), y en uno más largo, publicado en El País con el título La novela en el siglo XXI goza de buena salud intenté reflejar mi crítica, respetuosa sin duda, pero también rigurosa (al menos, esa fue mi intención) a una literatura que lejos de intentar, como decía arriba, proponer una ordenacíón del mundo (algo que intentó, con una lucidez extrema, un autor tan experimental como Joyce en Ulises hace casi un siglo contando el día irrepetible de su protagonista en el Dublín de principios del siglo XX o, con una dimensión sombría, oscura, Juan Rulfo en Pedro Páramo), se recrea en el caos, en el fragmento, en el discurso reiterativo que aburre y agota.

Mis dudas
¿Es un libro magnífico? No lo sé. Mi experiencia ha ido en dirección contraria. He llegado a la página 40 y sospecho que no continuaré. Por agotamiento / aburrimiento. La historia es endeble o no hay historia (digo argumento, digo trama). Ya sé que se trata de la novela que responde (eso afirma su autor) a la realidad fragmentaria que nos ofrecen las TIC (léase tecnologías de la información y la comunicación), el universo Internet y el mundo que asoma en las pantallas multicanal de nuestros televisores por satélite y TDT. Pero, con todos los respetos, creo que la realidad fragmentaria, caótica, desordenada, forma parte de la percepción del hombre de todos los tiempos. Es parte consustancial de la percepción de la realidad. Ya estaba presente en el mundo en que escribió Cervantes, y en el siglo XIX, y, de manera aún más intensa en el siglo XX. Lo que hicieron los grandes escritores, lo que hacen hoy, no es trasladar (reflejar) al texto el caos y la fragmentariedad, sino proponer un orden a ese mundo, dotarle de sentido de acuerdo con las más hondas aspiraciones del ser humano. No hace mucho, leí/contemplé Poema en viñetas. Novela gráfica, de Dino Buzzati, aparecida en Italia en 1969 y me pareció curioso el mestizaje intergéneros que el autor de un clásico como El desierto de los tártaros abordaba en ese libro: el comic y el texto literario conviven y se interrelacionan. Hace 20 años, durante el proceso de edición de mi primera novela, Mar de octubre, Juan Serraller, el editor (Fundamentos) me regaló dos novelas emblemáticas del experimentalismo norteamericano de los 60/70: La subasta del lote 49, de Thomas Pynchon, y Quimera, de John Barth. Las leí con esfuerzo pero las disfruté: construían mundos frente a la lógica del caos (que no era propiamente el caos, que era la lógica de los poderes dominantes que llevaron a Vietnam y a la guerra fría) que parecía gobernar la realidad (sin Internet).

Una razón subjetiva
Hasta aquí algunas razones que creo objetivas respecto a mi desconfianza hacia ese tipo de literatura. Añado una puramente subjetiva: creo que tal opción, en la medida en que no requiere otra cosa que escribir dignamente para reflejar, de manera integrada, a modo de collage o de palimpsesto y mezclando todos los materiales que nos suministran las TIC, la fragmentariedad con que vemos el mundo, es la más fácil de abordar. Diré más: a veces tengo la sensación de que se trata del traslado al formato de libro de un blog. Si miro hacia atrás, valoro los dos años largos de vida de Al margen, mi blog, y lo releo, me digo: "Mira por donde, aquí hay una novela fragmentaria". Y no es eso. Creo yo.
Lo que pienso de la literatura: una entrevista
Cierro con el enlace a un vídeo. Se trata de una entrevista que hace algunos meses me hicieron para la televisión de esmadrid.com a propósito de la publicación de Verano, mi última novela. En la medida en que en ella delimito, hasta cierto punto, un corpus teórico y explico mi concepción de la literatura, os invito a pinchar aquí: Entrevista.