domingo, 12 de mayo de 2013

¿Por qué se estanca la escritura de una novela?


¿Por qué se estanca una novela después de años de trabajo? Aunque cada escritor tiene una distinta forma de construir las novelas, he hablado con algunos narradores que me han reconocido que más de una vez se han hecho esta pregunta. En mi caso, la novela suele nacer de una imagen que durante tiempo y sin que nadie pueda explicar porqué, permanece en mi cerebro y se manifiesta en los momentos más inesperados: fue la de un viaje en otoño hacia el "paraíso" de las vacaciones de la infancia en Mar de octubre, la del jardín abandonado de un viejo chalet de la antigua Ciudad Lineal en El lento adiós de los tranvías, la de una fosa con el fondo cubierto de algodón sintético junto a un palacete en obras en Los días de Eisenhower o la fiesta organizada en una noche de verano en una casa en la montaña en la que la música y los olores de la naturaleza son el telón de fondo de un grupo de parejas acuarentadas, en mi última novela, Verano.

Es el universo de evocaciones que la imagen sugiere, o las posibilidades de acción que a partir de ella podrían desarrollarse lo que la convierte en motor de la obra. En núcleo a partir del cual, como ondas concéntricas o como estratos de un territorio a descubrir, avanzará el relato. Los personajes crecen, llaman a otros personajes, buscan nuevos paisajes y nuevos escenarios, van alumbrándome zonas desconocidas de su experiencia, se convierten en tenaz compañía a lo largo de los meses y de los años. Después, cuando el texto ha superado las cuarenta o cincuenta páginas, nace el esquema. Y con él perfilado, trabajo durante días en dar coherencia a cuanto llevo escrito y en responder a una pregunta esencial: ¿qué quiero contar?. Puede ser el retorno de un escritor ya maduro a los lugares de los veranos de la niñez a intentar resolver un enigma que quedó encallado en algún lugar de su memoria (Mar de octubre); el paradero de un dibujante conocido durante la República que desapareció en la posguerra (El lento adiós de los tranvías); la posibilidad de que el día en que el presidente norteamericano Eisenhower entraba en Madrid acompañando a Franco se hubiera frustrado, casualmente, un atentado contra el dictador (Los días de...) o la reconstrucción del "último verano de nuestra juventud" y el primero de la adolescencia de nuestros hijos (Verano).

A partir de la imagen y durante mucho tiempo, la novela avanza. Con desajustes, con parones de algunos días, con cambios retrospectivos, con apuntes sobre el esquema trazado... Sin embargo, un día se detiene inexplicablemente. Pasan semanas, meses, incluso años, sin que pueda añadir una nueva línea, una nueva palabra.

El ejemplo más reciente: el 20 de noviembre de 2008 comencé una novela. La imagen-motor: una tarde de ventisca llega un viajero a un hotel rural situado en un lugar del vértice norte de Madrid. A lo largo de cuatro años ha ido avanzando con cierta regularidad (la que me han permitido otros trabajos literarios y profesionales) y ritmo. En agosto de 2012 pensé que entraba en el capítulo final.  Incluso lo anuncié en Facebook, tal fue mi alegría pues salía de un parón de dos meses. Sin embargo, hoy, a punto de mediar el mes de mayo de 2013, la novela se ha alargado traicionando mi voluntad de entonces, el final se ha postergado y pese a saber "lo que quiero hacer" y tener clara la acción y los acontecimientos que la cerrarán, ha vuelto a estancarse. Intuyo que la terminaré este verano, el verano de 2013. Pero me es imposible asegurarlo. ¿Qué hay detrás de este nuevo parón? ¿Razones psicológicas? ¿Sobrecarga de trabajo? ¿Desgana?...

Si bien es imposible saberlo, se me ocurren dos razones que, con toda probabilidad, formen parte de las entrañas de la novela.  La primera: quizá los personajes que en ella viven necesiten un tiempo de reflexión, pensar si les merece la pena dejar las bambalinas de la imaginación de su autor para ser una realidad conocida por otros, por los lectores. Es decir, si quieren someterse a los vaivenes del mundo, ser parte de la imaginación y del pensamiento de los demás, salir del útero. La segunda: ¿no habrá por mi parte cierto miedo inconsciente al vacío post-parto, a perder la compañía de los personajes, a dejar de vivir, sufrir y gozar los escenarios y los ambientes que durante tanto tiempo he estado compartiendo con ellos? Me gustaría creer que se trata de alguna de estas dos razones. Porque son hipótesis literarias, no utilitarias o de intendencia. Así estoy yo ahora como escritor. Y así está mi nueva novela. Confío en que el parón no se eternice.

3 comentarios:

Ana Rodríguez Fischer dijo...

Manuel,
creo que en este caso los personajes, simplemente demandan más tiempo... o espacio. Hablas de ensanchar, ampliar, desarrollar... y eso no es un error...sino un acierto, quizás no para ti sino para... ¿la novela?
Tú sabes de los veranos así que...
Abrazos!

Manuel Rico dijo...

En fin, tú, como novelista, sabes mucho de eso. Supongo que hay que dejarlos en su propia dinámica. Esperar con confianza. En el fondo, es lo que me ha ocurrido con anteriores novelas.
Gracias y un abrazo.

Tio Antonio dijo...

Hay de todo. Falta de ideas, insatisfacción del autor, problemas personales, etc...

Saludos.

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