Hace algo más de tres años, el 17 de mayo de 2008, participé, en Alcorcón en un acto de homenaje al poeta Ángel González. Compartí mesa redonda con Almudena Grandes, Benjamín Prado, Luis García Montero, Juan Cruz, Julio Llamazares y Javier Rioyo. Yo estaba allí por invitación del concejal de cultura (había contribuido a que el Instituo Cervantes apoyara el homenaje) y como conocedor y amante de la poesía de Ángel. También porque, tal y como escribí en este blog días después, "creía representar a los cientos de miles de lectores que han vivido la poesía de Ángel más allá de la figura ceñida a las noches de farra y al reducido grupo de amigos de las madrugadas madrileñas en que se centraron, con posterioridad a su muerte, la mayoría de las columnas y semblanzas que se publicaron". Otro "mérito" para compartir la mesa fue ser director de la colección de poesía donde se reeditó Tratado de urbanismo con lectura de Carlos Pardo (Bartleby, 2007). Es decir, yo no era amigo de Ángel y mi presencia allí obedecía a razones distintas a las de los amigos "oficiales". Pues bien, tuve la sensación (algo que se derivó de algún comentario entre irónico y hostil de uno de los compañeros de mesa y que me confirmaron después amigos presentes en el acto) de que en aquella mesa estábamos dos escritores que, para la mayoría de sus integrantes, quizá no debiéreamos estar. Uno era yo, ajeno al tono de confidencia y al lenguaje para iniciados con que se dirigían unos a otros. El otro era Julio Llamazares. En el fondo, pienso hoy, me consideraban intruso, un invitado ajeno, el crítico y poeta no requerido por ellos y, sobre todo, extraño al universo de amistades del poeta homenajeado y, por tanto, sin la "legitimidad" del amigo próximo para hablar de él y de su poesía.... Menos aún si había tenido la idea políticamente incorrecta de escribir, en el libro-homenaje que para la ocasión publicó el ayuntamiento de Alcorcón, un artículo titulado "El Ángel González al que admiro, quiero y releo", (podéis leerlo en mi blog- "Estantería") en el que afirmaba la necesidad de que las nuevas generaciones de lectores no heredaran sólo la imagen de un Ángel González frecuentador de las noches alcohólicas, cantor de boleros o de peregrinación nocturna que solía destacar un grupo de escritores y poetas que se habían erigido en propietarios, intérpretes, herederos, quizá albaceas y difusores de su obra. Ángel González era y es mucho más. No era (ni es) de ellos, sino de millones de lectores que habíamos aprendido, a finales de los años 60, que la poesía es algo más que un desahogo íntimo. En Alcorcón hubo, por parte del ayuntamento, un intento de acabar con el reductivismo del grupo, sólo conseguido en parte, al que Ángel parecía sometido.
2. De Javier Egea
En mi prólogo al I volumen de la Poesía completa de Egea subrayo mi extrañeza e incomprensión ante su ausencia, durante más de un cuarto de siglo, de todas las antologías y recuentos de ámbito estatal que, entre 1982 y 2007, se han publicado en España. Una incomprensión que se convierte en incredulidad y perplejidad si se valora el peso específico que algunos poetas amigos fueron adquiriendo, a lo largo de los años 80 y 90 del pasado siglo, en el ámbito universitario, editorial e institucional de España. Pues bien, la manifestación, negro sobre blanco, de esa perplejidad dio lugar a la expresión de determinadas reservas respecto al contenido de mi prólogo. Eso sí, muy acotadas. Me explico: fueron Álvaro Salvador y Luis García Montero, compañeros de Javier en el manifiesto La otra sentimentalidad, quienes expresaron su crítica por considerar que en mi texto había una acusación indirecta hacia ellos. Después de reconocer lo certero de mi análisis crítico de la obra de Javier, de valorar la importancia de la edición de su poesía completa y el gran mérito de Bartleby, me adjudican la acusación: ellos eran los grandes amigos, los "hermanos" de Egea, y, por tanto, no podían excluirlo. Álvaro Salvador llegó, incluso, a afirmar que él también fue excluido de casi todas las antologías. Por tanto, sería la casualidad, algún mal fario o la perversa voluntad de editores (algunos muy cercanos a los compañeros de Egea en La otra sentimentalidad), profesores, antólogos e historiadores, lo que habría relegado al silencio a Javier Egea durante varias décadas. Y claro, en los últimos años, la responsabilidad sería achacable a los herederos legales (como en el caso de Ángel González, o en el de Rafael Alberti, no falta voluntad de reprochar a los elegidos en el testamento por el fallecido la apropiación de derechos que se consideraban propios, exclusivos, intocables). Pues bien, hoy, 19 de agosto de 2011, he conocido un nuevo elemento para reflexionar sobre la desaparición de Quisquete de antologías y recuentos.
Sigamos....
Y... 3. De Ángel González, Javier Egea y Luis García Montero
La exclusión de la obra de Javier Egea (el volumen II de su Obra completa) de las ayudas del Ministerio de Cultura correspondientes a 2011, me ha llevado a escribir una amplia nota en Facebook mostrando mi desacuerdo ante una decisión injusta del que considero mi gobierno. A esa nota han respondido numerosos internautas con comentarios de los más diverso y con un denominador común: críticos con la medida, solidarios con Javier Egea, con la editorial, y admiradores de su obra poética. Entre ellos estaba Susana Rivera, la viuda de Ángel González, quien ha aportado una nueva muestra de la práctica (seguramente involuntaria) del silenciamiento. Es decir, de instrumentalización de la historia, de reescritura de hechos pasados de acuerdo con intereses contrarios a la memoria del poeta granadino. En esta ocasión el borrón, la tachadura o la difuminación de Quisquete está vinculada a la figura de Ángel González y se advierte en una evocación de Luis García Montero.
El autor de El jardín extranjero se indigna cada vez que alguien le adjudica un cierto papel, probablemente más por omisión que por acción, en el silenciamiento de Javier Egea (a juicio de muchos, el mejor poeta de los tres del histórico manifiesto). Es más, afirma haber hecho lo imposible por evitarlo. Nadie lo discute. Menos aún yo: no me consta. Sin embargo, la realidad, la historia de lo ocurrido no concuerda con esas afirmaciones: cientos de poetas a años luz de Javier Egea, buena parte de ellos usuarios del marchamo "poesía de la experiencia" y próximos al círculo de Prado o García Montero, han estado presentes en numerosas antologías en ese tiempo. Javier Egea, el proclamado hermano, amigo, compañero, no. Seguramente Luis García Montero tiene razón. Pero mi nota en Facebook ha servido para añadir un eslabón más al argumentario que lleva a la teoría del silenciamiento. Y en este caso, el eslabón se construye, curiosamente, con la figura de Ángel González como protagonista esencial.
Leamos la respuesta que García Montero da a Lillliana Martínez Polo, en la revista digital Vivir.in, de Bogotá, cuándo ésta le pregunta cómo conoció al maestro de la generación del 50:
"En los 80, quisimos hacerle un homenaje a esa generación. Entonces lo llamé (a Ángel González) para pedirle manuscritos y fotografías originales. Me citó en una cafetería, debajo de su casa, un 20 de noviembre. La fecha en que la extrema derecha conmemoraba la muerte de Franco delante de su estatua.”(...) “Ángel vivía solo delante del Ministerio de la Guerra y de la estatua. Cuando llegué, encontré la cafetería cerrada y a un Ángel González tembloroso, porque estábamos rodeados de la extrema derecha, haciendo el saludo fascista. Él dijo: "Vámonos, que nos matan como nos reconozcan". Ese primer incidente creó una complicidad humana, literaria y política. Empezaron ahí los primeros recuerdos de su infancia...”
La misma escena, descrita por el periodista Fernando Araújo Vélez para Elespectador.com, también de Bogotá, el 25 de febrero de este año:
(Ángel González y LGM) “Se citaron en la plaza de San Juan de la Cruz, Madrid, pero sólo se dieron cuenta de su error cuando vieron la plaza repleta de hombres y mujeres vociferantes que ondeaban, histéricos, cientos de banderas españolas con un águila imperial en el centro. Era 20 de noviembre, el día de las extremas derechas en España. Un 20 de noviembre había fallecido Francisco Franco. Un 20 de noviembre había nacido José Antonio Primo de Rivera. Entre esos dos días, y entre ellos dos, la historia de España se tiñó de sangre, de odios, de muerte, de olvido. González aguardaba en la puerta de una cafetería. García Montero lo saludó. Tal vez ni siquiera alcanzó a saludarlo, porque González lo tomó del brazo, presuroso, y le dijo vámonos que si nos reconocen nos matan".
Esa versión es la que se ha hecho canónica, "oficial". Sin embargo, Susana Rivera, testigo del encuentro, ha escrito el siguiente comentario a mi nota:
"Luis García Montero lo desaparece del primer encuentro con Ángel González. Es verdad que (Ángel González) tomó a alguien del brazo, pero no fue a Luis, sino al gran poeta Javier Egea que también estaba citado. Por su propia barba y pinta de intelectual izquierdista y el pelo largo, barba, gafitas estilo John Lennon de Javier, junto con el largo abrigo de visón de su madre que vestía, Ángel temió que podrían llamar la atención de los fascistas congregados en la plaza de nuestra casa".
Es curioso que LGM, en su evocación, obvie el detalle de que quien lo acompañaba era su amigo y compañero de manifiesto Javier Egea. Precisamente en la primera mitad de los ochenta, una etapa en la que iniciaba su carrera (como poeta y como profesor) al lado de quien ya era un soberbio poeta con un reconocimiento generalizado y que, además, había obtenido uno de los premios con mayor nivel de reconocimiento crítico e institucional de la época, el Juan Ramón Jiménez, por Paseo de los tristes. Egea era conocido y reconocido en Granada y fuera de Granada. Seguramente, ese olvido de Luis es también involuntario. Ni lo dudo ni tengo por qué dudarlo. Pero de parecidas involuntariedades se ha ido construyendo una de las marginaciones más absurdas, inexplicables e inmerecidas de la poesía española en los últimos 50 años. Con todos mis respetos hacia LGM y hacia su obra, dejo aquí estas reflexiones.
8 comentarios:
un gran recuerdo para aquel que se nos fue
Sí, Manuel, así es LGM. Yo también podría contar algunas cosas —que nunca he contado— en esta misma dirección.
MPP
Yo aprecio la poesía de Luis García Montero, de hecho la he elogiado en un medio como El País (creo que fue en mi crítica a "La intimidad de la serpiente"), pero creo que no es bueno silenciar actitudes que afectan negativamente a otros poetas. En este caso, el afectado no se puede defender, pero la revelación de Susana Rivera es muy significativa a la luz delo ocurrido después con la obra y la personalidad de Egea. Suelo ser muy responsable y serio en mis afirmaciones y escritos. Y sé que en el mundo literario hay temor hacia el "poder" de determinados nombres. La prueba es que los comentarios a este post vienen con iniciales, no con nombre y apellido. Creo que hay que apostar por la transparencia y la claridad.
Saludos a J. G. y a MPP-
Manuel, muy acertado el análisis y la crítica; pero … tengo casi la certeza que éstas, las críticas de modo casi milagroso, sobre el grupito que domina el espacio poético, lejos de amilanarlos es justo lo contrario: redundan en su propio beneficio, las utilizan para respaldar y cimentar su dominio (premios, fundaciones, ayudas a la edición, colecciones, congresos, festivales de poesía…) ya que, su discurso, se establece desde principios medios y normalizados anclados en el sentimentalismo: si los critican, vienen a decir (desde hace años, de modo astuto) es porque se les envidia y se les tiene rencor. Una vez establecidos estos principios como dominantes (o casi únicos, bastaría hacer un breve repaso por sus textos críticos para comprobar el simplismo y amiguismo que son su razón de ser) resulta casi imposible efectuar una crítica desde el análisis, los datos históricos, etc. Este esquema será el que apliquen a las declaraciones de Susana Rivera, por más que sean reales y contrastables, dará igual, su dominio desde los medios de comunicación las destrozará. Y eso mismo es lo que ocurre con las ayudas a la edición y la exclusión incomprensible (por no utilizar un término más grueso) de la obra de Javier Egea y, aún más, cuando se compara con los libros de poesía que sí han recibido estas ayudas. En todo caso –creo- para entender mejor esta exclusión, sería conveniente enlazarla con, al menos, otros sucesos alrededor de Egea: lo ocurrido con la antología que ha resultado imposible de publicar; la prohibición de las jornadas de estudio sobre su obra en la Universidad de Granada; las campañas, en los medios de comunicación granadinos, contra su heredera (al igual que se hizo, en su momento, contra la heredera de R. Alberti y, ahora, se hace contra la de A. González… y las que vendrán después, si no amoldan a ciertas órdenes… etcétera. Y, para mayor inri, todos estos sucesos, los realizan en nombre de una izquierda que, cada vez, la arrastran más por el lodazal de sus prácticas y que, incomprensiblemente (sic) no es capaz de poner coto y límite a estos asuntos: la utilización del espacio y el dinero público para el beneficio privado y las carreras (porque así es como entienden su práctica poética: como una carrera burocrática hacia …) privadas, ya sean revistas, fundaciones, premios, etcétera en un círculo cerrado que se retroalimenta desde hace, al menos, unos 25 años.
Lastimoso, o algo más, pero cierto… y como se preguntaba Lenin: ¿qué hacer?
Salud, J. Hdez.
Yo creo, J., que lo único que cabe hacer es defender el rigor histórico, comprometerse con la verdad aunque duela y trabajar honestamente por la buena poesía, por la buena literatura denunciando aquella instrumentalizción que suponga utilización del poder para satisfacer intereses personales. No nos cabe otra. Y en el caso de Egea, mantener el altísimo nivel alcanzdo en la edición del I volumen de su Obra Completa para volúmenes posteriores. Y exigir justicia e igualdad en el trato con respecto a otros poetas. En el plano institucional y en el plano de la crítcia y de los medios de comunicación.
Un abrazo.
MR
Muy buen artículo, Don Manuel. Como usted dice, da un poco de pena ver como algunos intrumentalizan la poesía para labrarse su "éxito social". Más pena si cabe si tenemos en cuenta que la poesía es, en realidad, un arte marginal en la sociedad (¿Cuántos libros de poesía vende el poeta más vendido?) y que todos los esfuerzos de los que aman este arte deberían ir encaminados a promoverlo y a difundirlo.
Y sin embargo, cuánto ego desbocado hay en la poesía y cuánto encandilado por la vida literaria, más que por la literatura.
Lo que nos hacen falta son más poetas como Javier Egea (O como Paca Aguirre, una poeta por la que me consta que usted siente tanta admiración y cariño como yo y que siempre me ha parecido un ejemplo de lo que debe ser un buen poeta): gente dedicada a escribir magníficos versos y no a tratar de medrar a costa de ellos.
Lo dicho, Don Manuel: muchas gracias por poner algo de luz sobre la "desaparición" de Egea y enhorabuena por sus Obras Completas e Inéditas.
Ha sido muy interesante leerte Manuel, así como los comentarios. Aunque con retraso en el tiempo,sigo tu blog con el mismo interés de siempre y la satisfacción que produce seguir constatando la honestidad que te caracteriza, así como los conocimientos que impartes y la transparencia de tus palabras en medio del territorio hostil en el que algunos quieren embarrancar la literatura y la poesía en particular. un abrazo
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