El verano tiene algo de tierra liberada, de lugar al margen. Ayer, a última hora de la tarde, mientras intentaba sobreponerme al turbión de emociones producido por la muerte de la persona querida y cercana a quien dedico esta entrada y contemplaba la pradera casi vacía de la piscina de la urbanización en que vivo, pensaba en la estrecha vinculación con la lectura que para mí tiene el verano. Vacaciones, horarios laborales distintos y, por tanto, mayor libertad para organizar el tiempo... Es una sensación extraña y expansiva que, año tras año, me lleva a poner sobre la mesa los libros no leídos o aplazados a lo largo del curso (incluso de cursos anteriores) con la voluntad de acabar con su condición de asignaturas pendientes. Es tiempo para leer y tiempo para poner en orden los recuerdos, evocar y escribir.
Cabo de Palos, en los años sesenta del siglo XX |
Era la noche al otro lado
de la luz amarilla de tu lámpara, era
la cercanía de las sombras
lo que daba
un tinte clandestino a aquella pluma
que extendía su incierto desafío
tras la puerta cerrada al resto de la casa
—largo sueño diario
de los seres amados, compartido paréntesis
con relojes, armarios, alacenas—
con lentos octosílabos que hablaban
del Juan Ramón violeta
que dormía también bajo aquel techo
en un libro de tapas bien gastadas
por roces y caricias de un muchacho,
no sabes si soñado, que buscaba en sus páginas
una luz intuida y, sobre todo,
el brillo inexplicable,
la fortaleza misteriosa
del arte.
Tú tenías
doce años tan sólo
y un desván de palabras
temblando en el tintero.
Sí, descubría la literatura erótica, cierta literatura que tenía, entonces, esa etiqueta y que mi padre, carente de toda cultura literaria, compraba para que yo fuera adquiriendo, indirectamente, algo parecido a una formación sexual: recuerdo dos libros de aquella época. Edad prohibida, de Torcuato Luca de Tena, una novela que en aquellos años tuvo ediciones millonarias (creo que hoy es una novela de formación recomendada por sectores conservadores) y Lola, espejo oscuro, de Darío Fernández Flórez. Recuerdo, en ambas novelas, escenas de iniciación al sexo protagonizadas por adolescentes, ambientes prostibularios y la sombra de la culpa proyectada desde una concepción católica de la existencia.
Pero el verano fue, también, el acceso al erotismo sutil de la entonces jovencísima Françoise Sagan en una memorable narración (novela corta o relato largo), Buenos días tristeza, en días de playa en un pequeño pueblo de pescadores junto al Mar Menor mientras (era en 1966, o en 1967) las noches de mis quince años las llenaban los ecos de las primeras melodías de Los Beatles, o de su versión española, jamás igualada, Los Brincos, o la versión musical de la Sagan en la voz de Silvie Vartan, o Johnny Halliday.
Memoria del verano de 1985 y de la inmersión, lleno de asombro, en las fiestas de una Costa Azul mítica protagonizadas por los personajes de Scott Fitzerald en Suave es la noche, novela que leí compulsivamente, en noches sucesivas y a la luz del porche, en casa de María Luisa, allá en las tierras prealcarreñas de El Casar de Talamanca, tierra de estepa y de trigales anchos, tierra de parte de la infancia de mi hija, tierra, hoy, de odiosas despedidas, mientras sonaba, al fondo, "el coro de los grillos que cantan a la luna", que diría Antonio Machado. Cinco o seis veranos más tarde (¿o fue el siguiente?) me enamoré de una libertina Emma leyendo, también bajo la luna de agosto aunque no de la Alcarria, sino de la sierra norte madrileña, Madame Bovary, de Flaubert. Siete años después, en el verano de 2000, en noches menorquinas llenas de olores a madreselva y a sal, leería El gran Gatsby, también de Fitzerald, y la estremecedora obra maestra de Truman Capote, A sangre fría.
Atardecer en el Mar Menor. Verano de 2010 |
Todas esas sensaciones, irrepetibles, que cuantos ahora leéis este post habéis vivido de manera similar, encuentran su síntesis en esta hermosa canción, Summertime, interpretada por dos genios de la música del siglo XX: Ella Fitzerald y Louis Asmstrong. Tiempo de verano. Escuchemos. Para todos y, sobre todo, para ti, María Luisa.
3 comentarios:
hola
interesante
te dejo mi blog
http://zeuxisaudade.blogspot.com/
Qué bonita entrada. Yo también paso el tiempo de vacaciones de verano, buceando y viviendo libros que no puedo leer en otras épcas del año. Y releyendo, me gusta mucho releer libros.
Buen verano y Gracias
Lo de vivir libros, lo llevo bien, Tuconmigo. Lo de bucear, me vas a perdonar, pero no lo llevo tan bien. Es más: no lo llevo. En todo caso, combinar buceo y libros debe de ser una experiencia interesante.
Buen verano y un abrazo. Gracias a ti.
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