jueves, 5 de noviembre de 2009

"Aire Nuestro"... y también de Manolo Vilas

Conocí a Manolo Vilas hace nueve años. Fue a raíz de la publicación, en Babelia, de una crítica (creo que elogiosa) a su libro El cielo. Creo recordar que me escribió una nota, que luego hablamos por teléfono y que, al poco tiempo, pudimos encontrarnos en su ciudad, Zaragoza. Después, he tenido la oportunidad de encontrarme con él y con María Ángeles Naval, su compañera, en diversas ocasiones (recuerdo con especial emoción un día pasado en Biescas, una localidad del Pirineo oscense en la que nos llevó a probar los mejores calamares de España en uno de sus bares-restaurante) y de hablar de poesía, de novela, del mundo literario y editorial y de sus sevicias. También de la vida del profesor y de su actitud ante los alumnos (no he hablado con él de su blog, pero alguna vez lo haré y no de forma totalmente elogiosa). Después, hablé en la radio de algunos de sus libros posteriores, sobre todo de su poemario Calor y de sus libros narrativos Magia y España. 


Hace apenas una semana me llegó Aire Nuestro su última novela, aparecida al fin, tal y como merecía su autor, en Alfaguara. He de decir que me llegó un par de días después de mi intento frustrado de leer Nocilla Lab, de Agustín Fernández Mallo. Por eso, no he podido evitar, al leer Aire Nuestro, establecer comparaciones con la tercera entrega de la "serie nocilla". En la novela de Vilas respira, ríe, ironiza, se emociona y nos emociona el mejor Manuel Vilas. El libro prolonga sus poemas y prolonga sus anteriores obras narrativas y prolonga y enriquece su obra bloguística. Si bien tiene una estructura basada en la visión fragmentaria de su peculiar mundo, su estructura es la de un imaginario televisor con múltiples canales Por ese televisor pasa la vida. Nuestra vida. En las parrillas de sus distintos canales vive Z, la Zaragoza amada y odiada a la vez, el microcosmos donde la obra toda de Vilas tiene hondas raíces. Es decir, tal y como hicieran los grandes narradores que en la literatura universal han sido, parte de lo particcular, de lo cercano y vivido y sentido para acceder a lo universal (el condado de Jefferson de Faulkner es la base por la que accede al mundo, así como el Dublín de Joyce o la Barcelona de Marsé son los cimientos del ascenso a la condición humana global de ambos autores). Las raíces de las que parte son sólidas, reconocibles y están fecundadas en su libro de cuentos Z, en Magia,  en  España y en buena parte de sus poemas.  Esa es la diferencia, a mi juicio esencial, con Nocilla Lab, que evoluciona al contrario: Mallo se zambulle en el cosmopolitismo sin partir de una realidad arraigada, sentimentalmente poderosa, en la que las emociones del escritor conecten con los imaginarios de la memoria del lector. La prosa irreverente, irónica, cargada de giros imprevisibles, de Vilas, que transita de lo íntimo a lo colectivo, del referente cultural al más vulgar y prosaico referente, ayuda al lector a penetrar en un mundo en el que los iconos de época conviven con seres humanos de carne y hueso en los que los sentimientos juegan un papel esencial.
   
El libro tiene mucho de caleidoscopio, incorpora imágenes para dar una sensación de collage (las imágenes, a mi juicio, apenas añaden nada: lo esencial es el texto), pero es ante todo el intento, culminado con éxito, de mostrarnos la complejidad de un mundo vivo, cargado de emociones, en el que de manera simultánea viven la cultural popular y la cultura más sofisticada, en el que el académico Dámaso Alonso es vecino de un Johnny Cash que recorre España en un Dodge rojo, una España en el borde del surrealismo y a la vez de un realismo perturbador. Aire Nuestro está lleno de personajes conocidos que son desdibujados y dotados de significados nuevos, en apariencia contradictorios con la naturaleza de su personalidad real, pero que, curiosamente, la hacen más transparente a través de una mirada crítica, casi corrosiva. Modas que han (hemos) vivido distintas generaciones, poetas indiscutibles e indiscutidos, personajes de la Monarquía y toda la mitología popular de quien, como Vilas, fue niño en los 60-primeros 70, joven en los 80 y adulto y consciente en los 90, una mitología hecha de objetos, costumbres, experiencias familiares y de vida periférica, menesterosa (la figura del padre, a la que trata con ternura en el filo de la muerte, es especialmente emotiva). Aire Nuestro es un libro hermoso, con el que uno se divierte, pero también reflexiona y medita, se emociona y evoca su propia historia y la historia colectiva, que tiene sustancia, hondura crítica, que habla de nosotros (y lo hace no en lo capilar y superficial, sino en lo más hondo y contradictorio). La televisión textual creada por Vilas en esta novela es, también, un desafío crítico, mordaz, a la televisión real.
 
En la solapa del libro se afirma que el de Vilas es un modo de narrar "del siglo XXI". No creo que sea así. Es el mismo modo de narrar que el propio Vilas utiliza en sus novelas anteriores. La diferencia estriba en que en Aire Nuestro eleva las dosis de ingredientes estructurales, ordenadores de la novela, procedentes de ese medio de comunicación (también de Internet), además de las imágenes. Pero no hay más que acudir a las vanguardias (de entreguerras, de los 60 y la contracultura,  del Nouveau roman) o a Cortázar, o a Pynchon, entre otros muchos, para darnos cuenta de que ese modo de narrar es novedad sólo muy parcialmente.  (¿No es el Quijote, en sus dos entregas, un caleidoscopio de más de mil páginas?). Enhorabuena, Manolo.

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