viernes, 24 de mayo de 2013

La poesía, el libro, la cultura y.... Vallecas


El pasado mes de abril, participé, presentando en el acto inaugural a Francisca Aguirre y a Guadalupe Grande en una actividad cultural denominada “Vallecas calle del libro”.  También participó Pepo Paz  en su calidad de editor, ya que Bartleby Editores acogió la antología Detrás de los espejos que fue libro de cabecera de los eventos que al amparo del citado lema, se celebraron en todos sus barrios. Era en Vallecas, distrito de Madrid profundamente vinculado a la lucha democrática, a las movilizaciones urbanas y a una cultura alternativa que históricamente (al menos, desde los albores de la democracia) ha tenido en el rock, en el comic, en la cultura de barrio y en el compromiso colectivo con la izquierda algunos de sus ingredientes. Allí estaban, como impulsores y animadores, Pepe Molina y Antonio Albarrán, antiguos conocidos de todas las batallas por la libertad, la igualdad y la fraternidad en que una parte de mi generación se ha implicado desde que todos éramos casi adolescentes. Ellos son los artífices esenciales de la fundación que organiza la actividad: Vallecas Todo Cultura.

Siempre había contemplado “Vallecas calle del libro” desde una zona lateral. Participé de sus actividades en el lejano (parece mentira) abril de 2003 con la presentación, en la librería Abacus, hoy reconvertida en papelería-juguetería bajo otro nombre, de mi novela Los días de Eisenhower y en los años posteriores contemplé sus actividades desde una cierta lejanía. Sin embargo, este año tuve la oportunidad de vivir esa experiencia más de cerca. Casi, casi… desde dentro, desde su corazón. Lecturas de poemas, cine, presentaciones de libros, teatro, actividades infantiles: dos distritos y muchos barrios como protagonistas del hecho cultural. Algo que si bien tiene una enorme importancia en cualquier tiempo, la tiene aún más en tiempos de crisis, de recortes, de desprecio a la cultura por parte de un gobierno empeñado en poner los intereses de “los mercados” por delante de los intereses colectivos, comenzando por la cultura y pasando por la educación, la sanidad y las prestaciones sociales.

Pepe Molina y Antonio Albarrán, con otros colaboradores anónimos, hacen posible el milagro. Y el milagro es que a lo largo de una decena de días más de 30.000 personas participen en distinto grado de la cultura. Es que en todos los colegios, públicos y concertados, de esos barrios los alumnos lean y debatan los poemas del escritor al que se dedica “Vallecas calle del libro”. Este año fue Paca Aguirre, pero en años anteriores lo fueron Gloria Fuertes, o Pepe Hierro, o Rafael Alberti….  Es que en los centros culturales de ambos distritos la actividad gire en torno al libro. Las librerías (Muga, La esquina del zorro…), las bibliotecas públicas los centros de adultos, las asociaciones vecinales…. Todos comprometidos con un proyecto que es de todos. En Vallecas, abril es el homenaje al libro, a la literatura. Y este año ha sido un homenaje a la poesía, esa disciplina minoritario inasequible al desaliento y vencedora de todas las crisis que en el mundo han sido. Un ejemplo del que aprender. Una senda por la que avanzar para resistir. Aunque hubo una actividad que, irremediablemente, se cayó de la agenda por razones de fuerza mayor: no se pudo presentar En legítima defensa, la antología de poemas y poetas en tiempos de crisis cuya edición ha sido aplazada para el próximo otoño. Ahí queda una asignatura pendiente: en septiembre, o en octubre, la antología "anticrisis" será objeto de lectura y debate en alguno de los centros culturales del barrio o en la sede de Vallecas Todo Cultura.

Por razones personales, suelo ir a Vallecas un par de veces al mes (como mínimo): me gusta pasear por las grandes avenidas próximas a la Asamblea de Madrid, todas con nombres de títulos de  clásicos del cine, visitar sus librerías y hablar con sus libreros, tomar un café o una cerveza en cualquiera de las terrazas al aire libre, respirar ese aire entre combativo, resistente e innovador que expanden la vanguardia cultural de sus barrios. Ahí está Vallecas Todo Cultura. Y una parte de mi memoria personal que tiene sus raíces en mi vida a los doce o trece años: durante catorce o quince meses de 1965 viví en un pisito con mis padres, allá donde “la ciudad perdía su nombre”. Al borde del descampado, en las Palomeras Altas, un lugar hoy desaparecido que entonces estaba rodeado de campos de labor y de chabolas.  Abril del libro y de la cultura. Vallecas de todos, de colegiales leyendo poemas, de maestros y maestras comprometidas con la poesía… Vallecas.

domingo, 12 de mayo de 2013

¿Por qué se estanca la escritura de una novela?


¿Por qué se estanca una novela después de años de trabajo? Aunque cada escritor tiene una distinta forma de construir las novelas, he hablado con algunos narradores que me han reconocido que más de una vez se han hecho esta pregunta. En mi caso, la novela suele nacer de una imagen que durante tiempo y sin que nadie pueda explicar porqué, permanece en mi cerebro y se manifiesta en los momentos más inesperados: fue la de un viaje en otoño hacia el "paraíso" de las vacaciones de la infancia en Mar de octubre, la del jardín abandonado de un viejo chalet de la antigua Ciudad Lineal en El lento adiós de los tranvías, la de una fosa con el fondo cubierto de algodón sintético junto a un palacete en obras en Los días de Eisenhower o la fiesta organizada en una noche de verano en una casa en la montaña en la que la música y los olores de la naturaleza son el telón de fondo de un grupo de parejas acuarentadas, en mi última novela, Verano.

Es el universo de evocaciones que la imagen sugiere, o las posibilidades de acción que a partir de ella podrían desarrollarse lo que la convierte en motor de la obra. En núcleo a partir del cual, como ondas concéntricas o como estratos de un territorio a descubrir, avanzará el relato. Los personajes crecen, llaman a otros personajes, buscan nuevos paisajes y nuevos escenarios, van alumbrándome zonas desconocidas de su experiencia, se convierten en tenaz compañía a lo largo de los meses y de los años. Después, cuando el texto ha superado las cuarenta o cincuenta páginas, nace el esquema. Y con él perfilado, trabajo durante días en dar coherencia a cuanto llevo escrito y en responder a una pregunta esencial: ¿qué quiero contar?. Puede ser el retorno de un escritor ya maduro a los lugares de los veranos de la niñez a intentar resolver un enigma que quedó encallado en algún lugar de su memoria (Mar de octubre); el paradero de un dibujante conocido durante la República que desapareció en la posguerra (El lento adiós de los tranvías); la posibilidad de que el día en que el presidente norteamericano Eisenhower entraba en Madrid acompañando a Franco se hubiera frustrado, casualmente, un atentado contra el dictador (Los días de...) o la reconstrucción del "último verano de nuestra juventud" y el primero de la adolescencia de nuestros hijos (Verano).

A partir de la imagen y durante mucho tiempo, la novela avanza. Con desajustes, con parones de algunos días, con cambios retrospectivos, con apuntes sobre el esquema trazado... Sin embargo, un día se detiene inexplicablemente. Pasan semanas, meses, incluso años, sin que pueda añadir una nueva línea, una nueva palabra.

El ejemplo más reciente: el 20 de noviembre de 2008 comencé una novela. La imagen-motor: una tarde de ventisca llega un viajero a un hotel rural situado en un lugar del vértice norte de Madrid. A lo largo de cuatro años ha ido avanzando con cierta regularidad (la que me han permitido otros trabajos literarios y profesionales) y ritmo. En agosto de 2012 pensé que entraba en el capítulo final.  Incluso lo anuncié en Facebook, tal fue mi alegría pues salía de un parón de dos meses. Sin embargo, hoy, a punto de mediar el mes de mayo de 2013, la novela se ha alargado traicionando mi voluntad de entonces, el final se ha postergado y pese a saber "lo que quiero hacer" y tener clara la acción y los acontecimientos que la cerrarán, ha vuelto a estancarse. Intuyo que la terminaré este verano, el verano de 2013. Pero me es imposible asegurarlo. ¿Qué hay detrás de este nuevo parón? ¿Razones psicológicas? ¿Sobrecarga de trabajo? ¿Desgana?...

Si bien es imposible saberlo, se me ocurren dos razones que, con toda probabilidad, formen parte de las entrañas de la novela.  La primera: quizá los personajes que en ella viven necesiten un tiempo de reflexión, pensar si les merece la pena dejar las bambalinas de la imaginación de su autor para ser una realidad conocida por otros, por los lectores. Es decir, si quieren someterse a los vaivenes del mundo, ser parte de la imaginación y del pensamiento de los demás, salir del útero. La segunda: ¿no habrá por mi parte cierto miedo inconsciente al vacío post-parto, a perder la compañía de los personajes, a dejar de vivir, sufrir y gozar los escenarios y los ambientes que durante tanto tiempo he estado compartiendo con ellos? Me gustaría creer que se trata de alguna de estas dos razones. Porque son hipótesis literarias, no utilitarias o de intendencia. Así estoy yo ahora como escritor. Y así está mi nueva novela. Confío en que el parón no se eternice.

Amamos con Joan Manuel Serrat - Mi despedida

  En 2012 publiqué   Fugitiva ciudad,  En aquel libro, especialmente querido, había un capítulo, compuesto de 11 poemas de amor, homenaje al...