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Angelina Gatell con su último libro. Foto Pepo Paz |
La luz de la posguerra

Con un lenguaje dúctil, en la que el tono coloquial es cruzado, a veces, por afiladas metáforas ("Temblor envenenado / en el verde-gris de tus ojos, / bellísimos cristales sin sosiego."), la poeta nos lleva, junto a su amante, por las calles de niebla y frío, nos adentra en un teatro, nos hace evocar el campo de castigo del que llega, liberada (es un decir), la persona amada, nos pasea por un paisaje, en las afueras de la ciudad, que es naturaleza liberadora y pasajera paz.... Ternura, dolor, desolación, melancolía que atrapan al lector como si de una envoltura de emociones se tratara. No es fácil construir una gran poesía con esos mimbres si no se apoya en un lenguaje revelador: tal es el caso. Una gran honda, próxima, con "respiración":
Largos, silenciosos paseos donde,
en un momento dado afluía mi nombre
--golondrina acentuando
la soledad del aire--.
Sólo entonces
tenía la certeza de estar viva,
emanada de ti, de tu costado
adánico y oscuro,
y me sentía
latido entre tus dedos
junto a restos de llanto y nicotina.
Amor en tiempos de mutación
Pan comido es el último libro de esta escritora, bloguera impenitente y observadora de la realidad, que es Isabel Bono. La magia de lo cotidiano impregna la experiencia amorosa, una experiencia vivida en un tiempo muy diferente al de Angelina Gatell. El tiempo posmoderno en el que conviven diversas tradiciones culturales, en el que las dificultades de la vida se ven cruzadas por la magia de las nuevas tecnologías, en el que Bukowsky, John Fante o Woody Guthrie, conviven con Klee, con Los Beatles o Eluard, con Chejov o con Kundera. Los electrodomésticos que simbolizan lo cotidiano y las obligaciones domésticas, tan lejanas en apariencia (de que sea sólo en apariencia se encarga la poeta Isabel Bono) a la inspiración que genera el poema, las contradicciones, mentiras y dudas del amante, las contradicciones, mentiras y dudas propias, el mundo cuarteado e inseguro del comienzo del siglo XXI, la decepción y la sombra del desamor ("Yo tuve un sueño triste en el que encontraba / la carta que nunca me enviaste"), la alegría de vivir y la tristeza de existir.
Pan comido es un libro estructurado en 12 largos poemas que llevan al lector como hospitalarios toboganes de los que, leído el primer verso, le es muy difícil escapar. El lenguaje de tono conversacional de Isabel Bono está salpicado de chispas de irracionalidad-racional (creo que se me entiende), de imágenes que bordean el surrealismo y que, a la vez, atrapan y sacuden: "Si prendí fuego al jardín laberinto de tus pulmones / no fue por herirte. / Quise comprobar tu pasión y se me fue la mano". Su verso tiene una sostenida "velocidad de crucero", un ritmo endiablado y envolvente, combina el sustrato narrativo (todo el libro nos cuenta una historia y cada poema es un capítulo del historia) con un encendido lirismo y en el mundo que describe, hecho de pequeños gestos, de apelaciones a la cultura mezcladas con obligaciones domésticas insorteables, nos reconocemos quienes somos conscientes, cada mañana, de enfrentarnos a la realidad de un mundo en mutación.

Tú no sabes lo lenta que soy cuando recojo la mesa
al deslizar los cubiertos sobre el plato
para empujar los restos de comida a la basura.
Tú no sabes que prefiero que el helado se derrita
que siempre acabo volcándolo en el suelo
para que el gato se lo coma.
Tú no sabes que el gato se llama Galileo
y que fue mi padre quien le puso ese nombre.
Cuando alguien deja de quererte
el nivel de los pantanos no es un tema prioritario
y yo llevaba una semana olvidando cerrar el grifo
mientras me cepillaba los dientes.
Sin embargo, no encontrar aparcamiento en toda la manzana
hubiese sido una tragedia.
Menos mal que te llevaste el coche.