lunes, 6 de junio de 2011

Portbou: lugar de la memoria derrotada, lugar del poema que vence a la derrota

El 27 de septiembre de 1940, el filósofo alemán Walter Benjamin murió en la localidad fronteriza de Portbou. Él simbolizaba como nadie la quiebra del pensamiento progresista, democrático y marxista, en la Europa asolada por el nazismo. Moría exiliado de su país y su ciudad de origen, en el más absoluto abandono y en la soledad de abismo de los derrotados y de los perseguidos. No fue una muerte más (todas terribles, sin duda), sino fue la muerte en la que quedaba representada lo más brutal apuesta de una ideología que de cuando en cuando resurge amenazante en la llamada Europa del bienestar. El desprecio del pensamiento, el enterramiento de cualquier discrepancia, la dominación de las armas y del terror, la condena y exterminio del diferente, la relegación de la crítica, de cualquier crítica a ser metáfora de la nada.


Terminó la Segunda Guerra Mundial, cayeron el nazismo y el fascismo (mucho después, demasiado tarde, lo harían las dictaduras de España, Grecia y Portugal), pero la conciencia de los derrotados, de las víctimas, de los testigos y de quienes sin serlo directamente se han sentido también víctimas,  transmitida de padres a hijos, ha seguido y debe seguir conformando la sensibilidad y el pensamiento de Europa y de los europeos. También de la poesía, que hoy más que nunca no debería ser "concebida como un lujo/ cultural por los neutrales", que diría Celaya. Antonio Crespo Massieu, poeta y narrador a quien me referí en este blog, con motivo de la publicación de los cuentos de El peluquero de Dios , acaba de publicar un gran libro de poemas o libro-poema: Elegía en Portbou.

Está dividido en diez capítulos o cantos a través de los cuales su palabra, intensa, llena de capacidades reveladoras, elusiva de la facilidad y no por ello hermética, va tejiendo el enorme paño de la conciencia contemporánea. En el libro, cuyo telón de fondo es la hermosa ciudad prepirenáica en la que se encuentra una de las más hermosas estaciones ferroviarias de España, se acerca a la peripecia humana., estética y moral de personajes que han contribuido a la construcción de los últimos 60 años de nuestra historia y de la historia de Europa.


El exilio, las distintas migraciones, la muerte, la realidad de los campos de trabajo y de los campos de exterminio, la peripecia del pueblo judío ante la memoria del Holocausto, los sueños emancipadores, la muerte de los que hicieron aportaciones decisivas al pensamiento o a la literatura y la de quienes, como personajes humildes, sólo conocidos por su nombre propio, sin apellidos, aportaron su pequeño grano de arena al edificio de la Historia. En Elegía en Portbou está Antonio Machado, paradigma de nuestros muertos desterrados, pero están también Rosa Luxembugo y Karl Marx,  Rainer María Rilke y Paul Celan, Francisca Aguirre y su dolorida memoria de posguerra junto a Sancho, Padín, García, Vega, Franco, Rivada, nombres apenas conocidos de quienes portaron el féretro con los restos de Machado hasta el cementerio de Collioure.


La poesía es un modo de adentrarse en el agujero negro del lenguaje, allá donde vida y muerte se interrelacionan y confunden. Pero es también un instrumento de la memoria para conectarnos con aquellos sótanos que existen pero que se mantienen ocultos a la mirada, a nuestra realidad de cada día. La Elegía de Antonio Crespo es una bajada a esos sótanos: recorre paisajes, reconstruye experiencias, se interna en la mente de cada uno de sus personajes y funde su mirada con la que imagina para ellos. El dolor, la pérdida, la decepción, pero también la alegría, los sueños, la identificación con las aspiraciones colectivas que marcaron toda una época pueden trasladarse sin que pierdan un ápice su vigencia, su capacidad de emocionarnos, a un presente como el que vivimos. Jorge Riechmann, durante la presentación del libro en la librería La buena vida el pasado 25 de mayo nos recordó que no han desaparecido las amenazas autoritarias, que los fascismos están ahí, agazapados detrás de la crisis financiera, al otro lado de unas democracias en parte demasiado autosuficientes y anquilosadas y en parte demasiado vulnerables. 
Portbou en los años 40
Esa reflexión despertará en el lector con sólo abrir el libro e iniciar la lectura del primer poema. Para ayudarle, para invitarle a que dé ese paso, aquí les dejo ese poema . Hermoso y desasosegador. Leámoslo:

¿A PARTIR DE CUÁNDO?

¿A partir de cuándo el ángel, el pájaro,
desde cuándo la herida, el canto, lo quebrado,
el asombro, la suave permanencia, la luz,
desde cuándo la música, su ingrávido descenso,
la claridad bañando el mundo, la palabra
escalando la noche, vaticinando, gira que gira,
el gozne, lo entreabierto, la cadera herida, la piel
marcada, lo que rodea y abraza, lo circunciso,
la agrietada fidelidad, la fraterna constancia
de lo que contemplan los contemplados,
a partir de cuándo el silencio y sus sombras,
desde que tiempo sin tiempo horada renuncias,
enumera traiciones olvidos cuándo.

Quién escuchó el pájaro, la luz, la carne,
quién la dijo, desde dónde la inventó, la bautizó
y sacralizó el instante, lo venidero como esperanza,
un sueño terso que adivina lo posible, lo nunca acaecido
y sin embargo siempre preguntado, indagado
en temblor, hueco, cuenco de vigilia, descenso, regreso.

¿A partir de cuándo el pájaro, la luz?
¿desde cuándo el cazador, el oscuro silencio?
¿a partir de cuándo?

Cuando llegó el verbo y fue sangre, boca, saliva,
cuando pobló, nombró, dijo, permaneció

Mas ¿cuándo llegó el verbo?
¿cuándo el pájaro y su canto?
¿a partir de cuándo el canto?
¿cuándo su renuncia?

1 comentario:

Manuela Fernández Santamaría dijo...

Impagables los dos, artículo y poema.
Muchísimas gracias por esta maravilla.

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