¿Por qué ese retraso en la lectura de Benet? Aunque nunca me ha planteado buscar las razones auténticas, hoy, con la perspectiva que aporta el paso del tiempo, sí podría acercarme a ellas. O, al menos, a una que creo me parece esencial: influyó, con toda seguridad, el fondo de soberbia con que solía opinar de la realidad literaria de nuestro país. Esa percepción se afianzó con la lectura, en Cuadernos para el Diálogo, de la polémica que mantuvo con Isaac Montero a propósito del compromiso del escritor en la propia obra. Al tono de autosuficiencia se añadió el desdén con que valoraba la novela crítica, el realismo social. El tono y el enfoque, en unos años en los que todavía estaba actuando la dictadura, me parecieron una forma de eludir el conflicto sociopolítico, de minusvalorar el riesgo que habían asumido no pocos escritores (desde Armando López Salinas o Juan Marsé hasta el propio Isaac Montero o los narradores exiliados) escribiendo novelas y cuentos con el objetivo de cambiar el mundo, de resquebrajar el franquismo.
Edición en bolsillo de 1974, hoy inencontrable. |
Un mundo (aunque vivo) detenido en un tiempo dramático, como si contuviera un espejo en el que nuestra sociedad, las distintas generaciones que la componen, han de mirarse siempre. Una realidad misteriosa y viva. Una naturaleza dura, extrema, que Juan Benet metabolizó a lo largo de los años (en las décadas de los 50 y 60) en que, como ingeniero de caminos, dirigió la construcción de presas al norte de León, en zonas limítrofes con Asturias. Todo eso me fascinó de Región. Y todo eso volví a encontrarlo en El aire de un crimen, en Una meditación (novela que leí trabajosamente), en una de sus últimas obras, En la penumbra y, de manera muy especial y casi absorbente, en dos cuentos estremecedores, Numa y Una tumba, dos cuentos cuya mero recuerdo me devuelve viejos aromas de hojarasca, de bosques invernales, y en la hexalogía Herrumbrosas lanzas, una auténtica epopeya sobre la guerra, en la que las estrategias militares se mezclan con las pasiones más oscuras y perversas y con los sentimientos más nobles y justos y en la que Región cobra una densidad y una textura envolventes. Con ese mundo en claroscuro he vuelto a conectar en estos días al hilo de la lectura de los relatos inéditos que Tusquets acaba de publicar bajo el título Variaciones sobre un tema romántico. especialmente en la cuarta variación, titulada La hostería. Es un texto breve pero con una gran intensidad: ésta se deriva de la atmósfera regionata que lo invade de principio a fin. He subrayado un fragmento que no sitúa en el misterio de Región:
"Por otra parte el hostal se hallaba desierto y un teléfono de manivela colgado de la pared detrás del mostrador de recepción tan sólo respondía a sus insistentes llamadas con un indiferente zumbido de caracola, a veces salpicado de extrañas y lejanas voces inconexas que ni siquiera cabía interpretar como residuos de conversaciones perdidas por el éter, sino, acaso, como extremados suspiros de almas en pena desperdigadas por la montaña que el alambre recogería a su paso por lugares siniestrados".Cierto que Benet fue también Otoño en Madrid hacia 1950, una pequeña joya cuya lectura recomiendo en la que, frente a la influencia de Faulkner del conjunto de su obra,se proyecta la sombra de Baroja, pero el Benet que hice mío, al que releo de vez en cuando, es el Benet que habita Región. Esta pasión por su literatura, no contradictoria con mis devociones por otros narradores del 50, no se prolongó, sin embargo, con sus "discípulos". Alejandro Gándara, Javier Marías o Vicente Molina Foix, sus tres seguidores más reconocidos nunca alcanzaron la profundidad y la solidez del más faulkneriano de nuestros narradores. Es más: tengo para mí que hicieron una lectura parcial de sus novelas (y dudo que una obra como Herrumbrosas lanzas fuera leída en su integridad por ellos). Su lectura es esencialmente estética, como réplica a lo que ellos llamaron costumbrismo, no en su proteína, en su condición de indagación en las zonas oscuras de nuestra memoria colectiva, de los espacios irracionales de una contienda todavía viva en nuestras conciencias. .
Paisaje en los montes de la Puebla de la Sierra. |
"Es cierto, el viajero que saliendo de Región pretende llegar a su sierra siguiendo el antiguo camino real --porque el moderno dejó de serlo-- se ve obligado a atravesar un pequeño y elevado desierto que parece interminable.// Un momento u otro conocerá el desaliento al sentir que cada paso hacia adelante no hace sino alejarlo un poco más de aquellas desconocidas montañas."
4 comentarios:
Leí hace años Herrumbrosas Lanzas y al finalizar, exhausto, entendí mejor cómo somos y algunos porqués de nuestra historia. Así es que no entiendo el rifirrafe entre los benetianos y los "sociales". Cada cual ve el mundo con sus ojos y eso se refleja en estilos dispares, pero el tema es el tema, lo digas con subordindadas o con coordinadas copulativas.
Otra cosa es que hubiesen intereses editoriales (comerciales) por generar esa polémica, por fabricar una marca estilística, una generación de "discípulos", que en realidad nunca ha existido
Creo que Rafael Reig, en su díscolo e irreverente "Manual de literatura para caníbales", lo explica muy bien
Es curioso, Herrumbrosas lanzas fue, para mí, una lectura fluida, apasionante. Algo en lo que muchos amigos no coinciden conmigo. Recuerdo que esperaba cada nuevo volumen (creo que salió en 3) con desazón. Cierto que el último me costó algo más, pero el recuerdo que tengo fue de una lectura continuada. En fin... Leí el libro de Reig pero no recuerdo esa parte. Lo releeré.
Un abrazo.
Estoy embarcada en sus Ensayos de incertidumbre (que más bien es un relectura) y tengo inmensa curiosidad por ver qué hallo en estas sí inéditas "Variaciones sobre un tema romántico".
Abrazos!
Encontrarás retazos del mejor Benet y esa prosa envolvente, en el filo de lo misterioso y oscuro, que tanto dice.... Espero que tengas una feliz lectura.
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