viernes, 8 de agosto de 2008

Identificar la parte con el todo: el viejo vicio de nuestra crítica y de nuestra poesía

En Letra Internacional escribe Jordi Doce, magnífico poeta y agudo crítico, sobre la poesía española contemporánea. Se trata de un largo artículo en el que, a partir de la constatación de la falta de interés o del escaso "respeto intelectual" que la poesía suscita, hoy, en la sociedad contemporánea (en la nuestra) hace un recorrido por la poesía del último siglo con el que da carta de naturaleza a determinadas estéticas silenciando o descalificando otras. Siempre he pensado que el valor esencial de un crítico, sea o no poeta, reside, con independencia de su opción estética personal, en su capacidad para descubrir la proteína del poema allá donde ésta se encuentre, sea en un poema iniciático de Claudio Rodríguez o en uno tardío de Blas de Otero o de Gamoneda, en el realismo directo, deliberadamente prosaico de Nicanor Parra, o en la vanguardia creacionista de Huidobro o de Diego, digámoslo a título de ejemplo. Si la conclusión que se deriva del artículo de Doce es la necesidad de perseverar en la renovación de nuestra poesía desde una perspectiva "rigurosa", no parece de rigor delimitar un espacio único para esa renovación, es decir el vanguardismo más o menos atemperado (tamizado por la estética del silencio o la deriva hacia el hermetismo de un Valente) que va de Juan Ramón -¿qué Juan Ramón, el de Estío, el de Diario de un poeta recién casado, el de Animal de fondo?- a Gamoneda, pasando por Paz y por Valente.

No es un blog el lugar adecuado para acometer, con exhaustividad, un artículo réplica al de Letra Internacional, por lo que espero disponer de tiempo para hacerlo en el mismo formato que lo hace Doce. Pero en todo caso, la acumulación de silencios de nombres imprescindibles de nuestra poesía que se advierte en su trabajo y la conversión en paradigma de rigor, búsqueda y renovación de una sola sensibilidad estética (aunque de ancha corriente), me ha hecho recordar una afirmación de un poeta y crítico de autoridad poco o nada discutida: "Cuando el crítico es además poeta siempre se sospecha si la finalidad de sus afirmaciones no será otra que la justificación de su propia práctica poética". Lo escribió T. S. Eliot en su ya clásico Función de la poesía y función de la crítica.

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