jueves, 31 de mayo de 2007

ANTE LA PERSEVERANCIA EN LA MENTIRA, IMPOSIBLE NO REPLICAR

Uno está tan tranquilo, dedicado a escribir, a hacer crítica en la medida en que puede, decide no responder a mentiras y otras infamias y, de pronto, alguien te llama y te dice que el contracrítico embozado insiste en mentir, injuriar e infamar. Entro en su blog (ése que asume el nombre de un crítico de cine norteamericano de los años de la caza de brujas -debe de ser por eso-) y me encuentro que el embozado corrige las entradas, matiza mentiras sin reconocerlas y persevera en mentir e insultar. Decido dejar un comentario exigiendo rectificaciones y no es posible. NO ES POSIBLE, LO QUE MUESTRA SU TALANTE DEMOCRÁTICO. Me cuidé de copiar en otro archivo mi texto y es el que sigue:
“Había decidido no contestar a las mentiras que aquí se publican y que me afectan directamente. Sin embargo, con este comentario hago una excepción a propósito de dos mentiras.
Una, publicada el 9 de mayo achacándome una amistad personal inexistente con Edgardo Dobry: la afirmación ha sido corregida de facto, eliminando en la entrada de ese día esa referencia. La honestidad más elemental requeriría que se hiciera público en el blog que era mentira lo publicado. No parece que esa honestidad exista.
Dos, una nueva mentira añadida ahora en la misma entrada: se me adjudica la condición de ideólogo del PSOE y de ZP y de Prisa (¿¿¿???) y la autoría de un blog llamado "El periodista incendiario" con el que nada tengo que ver salvo en la coincidencia de mi nombre y mi apellido. No hay más que entrar en el perfil de su autor y, en paralelo, leer, en la solapa de mis libros, mi biobibligrafía para darse cuenta de que somos dos pesonas radicalmente distintas. Además, no es mi estilo el que según parece domina ese blog. Mi blog es literario y crítco y se llama "AL MARGEN". Como de nada sirven exigencias de rectificación, me reservo el derecho para actuar legal y jurídicamente contra el blog del embustero anónimo por injurias y calumnias y por basar su información en la mentira permanente (al menos en lo que a mí me afecta). Fdo. MANUEL RICO".

lunes, 21 de mayo de 2007

Fin de semana con Raymond y Tess dentro de "Carver y yo"

"Diez meses antes de la muerte de Ray emprendimos con coraje una dura batalla, pero en mayo de 1988 supimos que la victoria no sería posible. Ray murió el 2 de agosto. Ese período de tiempo tuvimos que asumir que no saldríamos de aquello. Fue duro, muy duro. Pero, aunque resulte extraño, fue una de las fases más trascendentes de nuestra vida en común". Así comienza el texto "Sin final", uno de los trabajos de Tess Gallagher que forman parte del libro que este otoño editará Bartleby, Carver y yo, traducido, al igual que ocurriera con los libros de Ray Sin heroísmos, por favor y Todos nosotros, por el poeta asturiano Jaime Priede. Reproduzco el párrafo porque es quizá el resumen de lo que el libro contiene. Y porque es el que , de manera inequívoca, sirvió de anzuelo, el viernes pasado, para que dedicara buena parte del fin de semana a leer las primeras galeradas de este emocionante libro de Tess.

Carver y yo nos contiene a quienes hemos sentido esa mezcla de placer y dolor, de certeza e incertidumbre, de claridad y penumbra, que transmiten sus relatos y sus poemas. Es la indagación acerada, entre lo poético y lo sentimental, de Tess Gallagher en una experiencia amorosa que duró diez años pero que adquirió tonos de un emotivo lirismo, de una reflexión entre la desesperanza y la felicidad (una felicidad doliente) cuando a Ray le diagnosticaron el cáncer de pulmón que acabaría con su vida. A lo largo de esta semana he vivido largas horas al lado de Tess. Ha sido como prolongar la conversación que hace menos de un mes mantuvimos en una mesa de la en aquellos momentos solitaria cafetería de la Residencia de Estudiantes. Al leer las galeradas veía a Tess escuchando la opinión de Ray sobre sus poemas, tomando nota del viaje que realizaron juntos por Europa durante la primavera de 1987, evocando sus conversaciones sobre Chejov, o sobre la poesía de William Carlos Williams, o describiendo a un Raymond Carver viviendo entre la conmoción de un diagnóstico y la necesidad de afrontar la vida y la muerte sin desprenderse de la literatura, del relato, de la poesía.

En la lectura que he realizado estos dos días de Carver y yo, una lectura sin otra servidumbre que la del placer de la literatura de un sábado y de un domingo grises y lluviosos, he sorprendido en sus páginas una doble virtud: es la crónica de Tess -y, en parte, de Raymond Carver- sobre la zona de intersección en que la vida y la muerte conviven y dialogan. La mirada de la amante sobre el amado, sobre un amado que inevitablemente y en un plazo muy corto desaparecerá del mundo de los vivos. Con sus manías, con sus lecturas, con sus pasiones (Chejov, siempre Chejov), con sus miedos, con la permanente amenaza del alcohol abandonado una década antes, con su maniática aplicación a corregir poemas y relatos. Pero también es la reflexión de Tess Gallagher como poeta, como viuda entregada a recobrar el tiempo de Ray a través de sus poemas y, sobre todo, a recapacitar sobre el proceso de crecimiento del libro que escribió en ese tiempo doloroso y, según confiesa, feliz ("Me resulta duro hablar de aquellos días, decir que llegamos a ser felices. Y sí, lo fuimos. Sentíamos la felicidad como el brillo del sol en otra parte cuando la tierra está a oscuras", escribe Tess en el texto aludido al principio), en su hermosísimo y complejo libro El puente que cruza la luna (Bartleby, 2006).

La correspondencia entre Robert Altmann y Gallagher a propósito del rodaje de Vidas cruzadas, la película inspirada en 9 relatos de Ray, el diario del viaje por Europa que ella escribió, una honda conversación sobre Carver y el cine entre Robert Stewart, Altmann y Tess... Algunos artítulos y trabajos de la poeta sobre Ray y su mundo de amistades... Y las fotografías. Sí: las fotografías. El volumen contiene algunas fotografías que he visto por vez primera: Ray con Tess, Ray con Richard Ford, Ray vestido de smoking, Ray con su editor italiano. Fotografías en las que vemos a un Carver que, a veces, se oculta tras unas gafas oscuras como si huyera de la desolación; o que sonríe vagamente, como si observara en algún lugar no demasiado lejano el vuelo de la enfermedad o de la muerte.

Sé que no va a ser mi única lectura. Leer un libro en galeradas no es lo mismo que hacerlo una vez editado. Pero es una experiencia que aporta una extraña intimidad, la sensación de compartir con el autor (en este caso con Tess, la autora) su proceso creador: no olvidemos que el libro no será realidad hasta que, en septiembre, vea la luz. Y de sentir que, por unas horas, has formado parte de una familia que desapareció: la que Tess y Ray conformaron entre 1978 y el 2 de agosto de 1988. Dos escritores entregados al amor, a la literatura y a combatir la sombra del pasado alcoholico y devastador de uno de ellos.

lunes, 14 de mayo de 2007

Respuesta última al "contracrítico" embozado

Insiste el crítico enmascarado en el insulto y la descalificación personal en la última entrada de su blog. ¡Qué le vamos a hacer! Probablemente haya presentado algún manuscrito a Bartleby y no haya pasado el listón mínimo de calidad, algo que ocurre con mucha frecuencia, y opta por la vía de la venganza. Si no es por eso, es imposible dar crédito a tanta mentira.

Hago en este blog alguna puntalización a sus despropósitos por una razón muy simple: por segunda vez he querido introducir un comentario en el del insultante sin que me haya sido posible hacerlo: un filtro lo impide. Sin embargo, hay dos comentarios publicados y los dos son incondicionales del susodicho. Lo cual pone de relieve el grado de tolerancia del individuo y me ofrece algún que otro indicio sobre la identidad real de Addison de Witt (por cierto, más que el nombre de un poeta parece una marca de bombillas).

Bien: dejando aparte la calificación que pueda hacer de mi último libro de poemas, De viejas estaciones invernales, que respeto aunque la credibilidad del comentario sea nula al elegir la trinchera del anonimato -¿por qué no lo critica, con rigor, con nombre y apellidos?: eso siempre se agradece-, sólo apuntaré dos muestras de su paranoia: me hace tantos favores Babelia que la crítica de Antonio Ortega ha aparecido más de medio año después de que el libro se publicara. Es más, cuatro o cinco meses después de que aparecieran las críticas de ABCD las Artes y de El Cultural. Estamos, por tanto, ante un gesto de favoritismo similar al que se produce con Bartleby Editores: en todo un año, sólo una crítica a uno de sus libros y dos referencias a otros tantos títulos. Es decir: ¡3 apariciones en todo el año 2006! Eso lo dice todo y pone de relieve la calaña del "contracrítico embozado".

Hasta aquí mi respuesta. Y no habrá más, diga lo que diga el interfecto en el futuro. Sólo lo haré por la vía del comentario en su blog. Si es que se atreve a abrirlo, lo que no parece probable.

jueves, 10 de mayo de 2007

Refugiar la mentira en el anonimato o en el seudónimo

Recibo un enlace con el blog de un (¿o una?) tal Addison de Witt -supongo que se trata de un seudónimo- debido a que mi nombre aparece en varias ocasiones en una de sus entradas. Es un supuesto "contracrítico" que, por lo que he podido leer, se dedica a encadenar despropósitos y mentiras, difundirlas a través de la red sin mostrar su identidad para, como en la jerga de mi barrio se decía, dejarlas en el aire con el fin de que "el que haya hecho el mundo, que lo arregle". La práctica de la derecha más rancia puesta en la letra de un hipotético izquierdista atrincherado en el ocultamiento.

Más allá de establecer una mentira sin paliativos sobre supuestos vínculos entre Bartleby y Babelia (sólo con decir que en los 52 suplementos del año 2006 sólo aparecieron una crítica a un libro de Bartleby y un par de referencias a otros, se dice todo), y de achacar torvas estrategias por parte de Pepo Paz, su propietario, entre las que incluye mi supuesta contratación (otra mentira, mi trabajo es voluntario y gratuito, nacido de una amistad surgida hace casi una década y sin contrato alguno de por medio), el autor del blog me adjudica una "amistad personal" con Edgardo Dobry, crítico al que no he visto en mi vida, con el que nunca he hablado, ni siquiera por teléfono y a uno de cuyos libros dediqué una crítica, por cierto, sólo en parte positiva, hace no sé cuánto tiempo. Es decir: no puedo ni ponerle cara porque a Dobry no lo he visto ni en fotografía. Sólo he leído, con gusto y respeto, algunos de sus trabajos críticos y el epílogo a la antología ZurDos, texto, por cierto, que venía en el bloque que contrató Bartleby después de que otras editoriales desestimaran su publicación (del bloque, claro está).

Si todo cuanto afirma este "contracrítico" embozado tiene el mismo porcentaje de verdad que lo que ha escrito sobre Bartleby y sobre esta modesta persona, la credibilidad del personaje es nula. Absolutamente. No me extraña que oculte su identidad tras un seudónimo.

Lo más lamentable, con todo, es constatar cómo la práctica que hemos visto en distintos medios de comunicación, digitales y convencionales, consistente en lanzar a los cuatro vientos mentiras y acusaciones sin pruebas, se extiende por la Red ante la imposibilidad de las "víctimas" de defenderse. Ni siquiera, como es el caso, de conocer al mentiroso. Porque a ello se añade una ciruncunstancia muy especial: el contenido de cuanto llevo escrito he intentado insertarlo en la entrada del blog famoso. Pues no ha sido posible porque tiene instalado un mecanismo de filtración que lo impide. Con lo cual, la mentira queda en la red y no hay posibilidad de desmentirla en el mismo medio/blog en que aquélla apareció. Y un derecho, esencial en toda práctica informativa y periodística, como el de réplica, es laminado, de facto, en la Red.

Creo que este tipo de prácticas deberían encontrar el rechazo más contundente por parte de quienes creemos en el valor de la verdad, en el valor de las palabras y en la importancia esencial de la literatura y de la poesía en la conformación de la conciencia contemporánea. No sería malo buscar iniciativas conjuntas que impidan que Internet sea utilizado, de manera irresponsable y desde el anonimato o desde el seudónimo, para insultar, mentir, contar medias verdades y agraviar a personas, sean críticos, poetas, narradores o simples ciudadanos de a pie. Al viejo lema (todavía vigente, al menos en su esencia) "proletarios de todos los países, uníos", deberíamos añadir, con urgencia, otro nuevo: "internautas contra la mentira, uníos". Pues eso, pensemos cómo acabar, colectivamente, con la impunidad en la Red. Porque hace falta el debate, el intercambio de opiniones, por muy distantes y radicales que éstas sean, per sabiendo siempre quién es quien firma o respalda cada opinión. Es decir: con honestidad, franqueza y rigor intelectual. Es lo menos que cabe pedir.

lunes, 7 de mayo de 2007

Encuentro de intelectuales antifascistas

Recibo, por diversos canales, invitación para acudir al Encuentro de Intelectuales Antifascistas en conmemoración del 70 aniversario de la celebración del Congreso de Escritores en Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia. Otras ocupaciones y la falta de tiempo libre me impedirán estar presente en un acto que me parece muy importante en los tiempos que corren (más aún tras la victoria de Sarkozy). Sin embargo, al ver el programa de actividades, las conferencias y encuentros advierto, más que un encuentro de intelectuales y escritores antifascistas, un encuentro antiglobalización en el que no parece haber espacio para quienes, desde posiciones tan antifascistas, al menos, como las que expresan los participantes, tenemos una visión quizá menos esquemática, más compleja y matizada, tanto del sistema en que nos movemos como del proceso de globalización. Para quienes, en definitiva, concebimos el antifascismo como un amplio y rico espectro de organizaciones, personas, ingredientes culturales, sociales, políticos que van del centro izquierda a la izquierda más radical, pero que no se sitúan en exclusiva en la visión que, dado el perfil de los panelistas, parece expresar el Encuentro.

La evidencia de que se trata de un encuentro circunscrito a una sensibilidad en el universo de las políticas de progreso, de izquierdas, está en que muchos narradores, poetas, críticos que se consideran antifascistas y de izquierdas, tan herederos como los que más del Congreso de 1937, han conocido la celebración del encuentro ahora, cuando reciben la correspondiente invitación. ¿Existen documentos sobre los que reflexionar y debatir? ¿Se ha elaborado algún proyecto de declaración y se ha distribuido a los numerosos escritores que en la península ibérica comparten una actitud antifascista para recoger sus aportaciones, sus sugerencias, o simplemente para que elaboren una propuesta alternativa en caso de no estar de acuerdo? ¿Se ha pedido participación a las distintas asociaciones de escritores existentes en España? Ni siquiera la invitación es utilizada como cauce para solicitar la participación del invitado.

En cualquier caso, se trata de una iniciativa de gran interés sobre cuyo desarrollo hemos de estar atentos. Al menos, yo lo estaré. Lo que no obsta para que piense que encuentros de esa naturaleza podrían tener una repercusión enorme si se afrontaran, en su organización y preparación, con un talante abierto a las diversas sensibilidades del antifascismo y se abordaran, también, a través de un proceso de participación de gentes o representantes de todas esas sensibilidades. No hacerlo así limita la repercusión del Encuentro, la circunscribe al espacio de los iniciados y lo puede situar en una marginación que el propio concepto "antifascista" no se merece.

Espero, de todos modos, que el Encuentro tenga una repercusión pública significativa. Y que estas notas sean vistas/leídas como una suma de ideas para la reflexión. O como una forma de participación de alguien que, por las razones arriba expuestas, no podrá estar en Valencia.

domingo, 6 de mayo de 2007

Collins y otros nombres de Norteamérica

Edgardo Dobry se ocupa en Babelia de Lo malo de la poesía, de Billy Collins ( http://bartlebyeditores.blogspot.com ), una de las más recientes novedades de Bartleby. Creo que su crítica es certera y el juicio que emite sobre la poesía de Collins, especialmente de los poemas de este libro, sería extensible a una buena parte de la poesía norteamericana menos metafísica, más apegada a lo cotidiano que se viene escribiendo en las últimas décadas. Esa búsqueda del temblor existencial, de los misterios del lenguaje y su capacidad de trascender lo real, en la propia realidad vivida es algo presente, desde opciones estéticas distintas, en buena parte de los poetas norteamericanos de mayor calado. Es verdad, como afirma Dobry, que en algunos momentos de Lo malo de la poesía se transparenta el Philip Larkin de Ventanas. Pero también lo es que en la mirada de Collins respira una tradición poética muy norteamericana que, aunque en éste no tenga la gravedad que en otros casos y contenga algo más de juego que de experiencia angustiada -es, además, una poesía más optimista- se remonta a los poetas de las primeras décadas del siglo. Pienso en Thomas Hardy, en Edgar Lee Masters, en Sandburg, en Frost, en la Escuela de Chicago... Era una poesía atenta al mundo y, a la vez, a las posibilidades de revelación del lenguaje. Una poesía directa, alejada de las distintas vertientes del imaginismo paralelo a las vanguardias aunque en ella sea visible cierto Eliot, esencialmente el primero, y, ya situándonos en Gran Bretaña, cierto Auden.

Pero la de Collins es, también, una poesía emparentada con la literatura -no sólo de la lírica- que, a principios de los años ochenta, rompió con el experimentalismo de los sesenta y setenta regresando a lo cotidiano. Crece en paralelo a la narrativa -y a la poesía- de Carver, de Richard Ford, de Auster, de Tobias Wolff, de Jay McInerney. Cierto que en Collins no es visible la mirada crítica, desoladora, agrietada, amarga de Carver. Que su poesía tiene algo de celebración de la vida -aunque se contemple desde una ventana-, pero participa de la misma vocación de descubrir lo inefable en la realidad más inmediata, en las cosas cercanas, en los objetos y experiencias más previsibles.

Norteamericana y coetánea de Collins es Sharon Olds, y la propia Tess Gallagher, con una poesía de más compleja urdimbre desde el punto de vista lingüístico. Pero en los poemas de todos ellos alienta una tensa emoción ante la experiencia de vivir: la muerte, los seres más cercanos, el amor, el sexo, las sevicias de la enfermedad, los amigos. Esos son, junto con el pozo inabarcable del lenguaje, los ingredientes de una poesía que, con sus variantes, con sus distintos enfoques, se planta ante la vida y reflexiona acerca de su sentido.

jueves, 3 de mayo de 2007

Una lectura del verano de 1976

Fue en verano y fue en Cádiz. En una de las calles próximas al puerto, en una librería cuyo nombre he olvidado, encontré un libro de un poeta hoy desplazado de nóminas generacionales y de clasificaciones al uso: Carlos Álvarez. Su título: Aullido de licántropo. El libro, editado por la mítica colección Ocnos, dirigida por Joaquín Marco y con un consejo editor lleno de nombres irrepetibles de nuestra poesía como Jaime Gil de Biedma, Ángel González, José Ángel Valente, José Agustín Goytisolo, Pere Gimferrer, Manuel Vázquez Montalbán y Carlos Barral, estaba en un mostrador vertical, en una esquina del establecimiento. Lo compré y durante los dos o tres días posteriores, en el cobijo de una pequeña casa del Sanlúcar de Barrameda de 1976, lo leí con pasión y, por qué no decirlo, con mucho desasosiego. Era -y es- un libro estremecedor en el que el sujeto poético se escinde en dos: el traductor, sin nombre, del manuscrito de Lawrence Talbot, un hombre-lobo, y el hombre lobo, autor de los poemas. En el libro se alternan los comentarios, análisis e interpretaciones del traductor con los poemas a los que alude. El manuscrito inglés, nos dice el traductor, "llegó a mis manos no sé todavía si para bien o para mal cierta noche en que casualmente la luna inundaba con su luz mi habitación, y que ahora entrego en prosa y verso castellanos".

En ese tiempo, creo recordar, Carlos Álvarez estaba en la cárcel, era preso político, y sufría una condena adicional en celda de castigo y, creo, protagonizaba una huelga de hambre. Yo había leído tiempo atrás algunos poemas de su libro Escrito en las paredes y había escuchado, con música de un cantautor frecuentador de recitales clandestinos en los barrios en que la ciudad de Madrid perdía su nombre, llamado Gabriel o con música y voz de Luis Pastor, otros. Uno de ellos, no lo sabía, formaba parte de Aullido de licántropo, y siempre me había emocionado especialmente: comienza con el verso "Lo llamaban Frank Stein". En estos días de un mayo lluvioso y elemental, recolocando las estanterías, me he reencontrado con el libro editado por Ocnos. Y he vuelto a leerlo para sentir una emoción muy similar a la que me invadió en aquellos días jóvenes y quizá más elementales que los presentes en que lo leí por vez primera bajo la noche de Sanlúcar. Es un libro en el que respira una angustia existencial ante la omnipresencia de la dictadura franquista que, curiosamente, es extensible a la voluntad de dominio que preside hoy cierta deriva de la globalización. En sus poemas y comentarios late la contradicción entre el hombre que intenta vivir lo cotidiano y el lobo que siempre acecha -esa dualidad que vive con nosotros hasta la muerte-, entre la racionalidad y lo no racional, entre la luz y la sombra. Entre el adanismo y la virginidad con que el inocente contempla el mundo y los más bajos instintos al servicio de la dominación y del oprobio. Un libro denso, cargado de significados, muy alejado del realismo plano con que a veces se ha descalificado cierta poesía social, escrito con un lenguaje ambicioso y preciso. Un libro sorprendente más de treinta años después de su salida a la luz. Un libro a reeditar con el cuidado que requiere una voz, tan poderosa como marginada, como la de Carlos Álvarez. Como para muestra sirve un botón, ahí dejo este poema:

Duerme. Sueña: una grieta
prorrumpe, crece, tensa
los nervios del violín. La calavera
resquebrajada. Escombro. Se pasea
por ella
quién sabe qué sería: una rata muerta,
los dientes de un gusano, la primera
balada de Chopin. Arde, gotea
la sangre en cada tecla
de su cerebro. Nieva
del
crescendo dramático la espesa
coloración del pánico... la idea

le ronda en torbellino: vueltas,
vueltas
a la espiral del tema.

¿Liberarlo?
Nadie turbe su sueño. Sueñe. Sueña.


Volver la vista atrás, reescribir, con el rigor y la distancia que ahora son posibles, la historia de nuestra poesía. Rescatar nombres y títulos, darles la vida que la pasión academicista ha intentado enterrar. Apostar por el poema que alienta en la vida. En las palabras, sin duda. Pero en las palabras que revelan y dan vida. Como este magistral Aullido de Carlos Álvarez. El poeta que escribía en un tiempo en el que era inevitable escribir algo así: "Estos que ahora son poemas / serán mañana piezas de un sumario".

miércoles, 2 de mayo de 2007

Labores de edición y mirada de crítico

La colección de poesía de Bartleby va ocupando, poco a poco, un espacio reconocible en el mapa poético. La puesta en marcha de un blog-plataforma informativa (http://bartlebyeditores.blogspot.com) para el sello va a contribuir, sin duda, a afianzar ese espacio y va a ayudar a consolidar su prestigio, un prestigio logrado a lo largo de nueve años de trabajo tenaz.

La serie Lecturas21, con su apuesta por la plasmación de la mirada de jóvenes poetas sobre libros de autores más que consagrados, coopera en ese objetivo. El dúo Elena Medel-Gamoneda alrededor de Blues castellano, un dúo que no hace mucho tiempo determinados círculos consideraron poco menos que sacrílego, se acompañará en la serie Lecturas21, en breve, del dúo Pérez Azaústre-Caballero Bonald a propósito de la reedición de Descrédito del héroe. La serie está teniendo una significativa repercusión. Y generando, en los poetas más jóvenes, expectativas de publicación de trabajos sobre poetas mayores que vayan más allá de la crítica en revista minoritaria. Ángel González (con Carlos Pardo como "lector"), Diego Jesús Jiménez ("leído" por Pedro Casanova), Félix Grande (acompñado del aragonés Manolo Vilas) y el ya citado Gamoneda: todos conocidos, todos nombres no discutibles de la poesía contemporánea en castellano. Sin embargo, creo que la serie debería reforzar una vertiente: el rescate de libros y autores, también indiscutibles, pero que apenas son hoy conocidos por las nuevas generaciones. Rastrear en la historia de nuestra poesía, rescatar, restituir, hacer justicia, buscar el lugar de la gran poesía: los árboles singulares que el bosque de las categorizaciones generacionales y la pasión por la ordenación grupal -un modo de salvación histórica y personal como cualquier otro- ocultaron, con el paso del tiempo, hasta convertirlos en nada.

Lectura de un puente de mayo

A punto de finalizar la lectura de Una mujer en Berlín. Apasionante y turbadora incursión, desde la óptica de una mujer que nunca se identificó con el nazismo, que no pudo escapar de un Berlín acosado por los bombardeos y bajo el asedio de las tropas del Ejército Rojo, en la vida cotidiana de una ciudad en ruinas a lo largo de la primavera de 1945. Lenguaje seco, directo, periodístico pero no por ello vacío de la carga emocional que se le exige a la mejor literatura. Prologado por Hans Magnus Enzensberger, se trata de un libro de autora anónima, premediatadamente anónima aunque el epiloguista, crítico y periodista que posibilitó la primera edición, en Norteamérica, en 1954, Kurt W. Marek, afirme haberla conocido. Una realidad sórdida, sombría, en la que los supervivientes -casi todos mujeres- se mueven entre el odio al nazismo que desencadenó la tragedia y el terror a los soldados rusos, dedicados al saqueo y a las violaciones en aquellos días. El libro lo he leído de modo casi compulsivo, en dos días de este puente del Primero de Mayo. Me ha interesado, de manera muy especial, por tratar de la condición humana bajo una situación límite, en la que los componentes culturales que históricamente han conformado la conciencia individual y colectiva se ponen a prueba. No pude evitar la evocación de otra lectura de parecida intensidad: la novela de Helga Schneider Llueve sobre Berlín, un texto cuyo argumento tiene, también, como protagonista a una mujer (los recuerdos de la propia narradora) viviendo la experiencia límite de un Berlín bajo los bombardeos en los días finales de la Segunda Guerra Mundial.

Pudiera pensarse que tales lecturas son anacrónicas con las inquietudes de un escritor en pleno siglo XXI. Nada más lejos de la verdad. Leer Una mujer en Berlín es, hoy, una forma de reflexionar sobre dramas humanos terriblemente presentes: el día a día de una ciudad como Bagdad. Por ejemplo.

Amamos con Joan Manuel Serrat - Mi despedida

  En 2012 publiqué   Fugitiva ciudad,  En aquel libro, especialmente querido, había un capítulo, compuesto de 11 poemas de amor, homenaje al...