miércoles, 1 de abril de 2009

SHAKESPEARE, NATASHA THRETEWEY Y OTRAS HISTORIAS

Shakespeare, una nueva juventud
Los sonetos de Shakespeare son una materia viva. Como toda la buena poesía. Viven por encima del paso de los años, de los siglos, y cobran nueva luz con la lectura de cada generación. Bartleby, con la apuesta por una nueva edición/versión de los sonetos del genio inglés ha abierto una puerta para una lectura acorde con la sensibilidad (y la sentimentalidad) del siglo XXI, de la generación de Internet y del ciudadano que accede a la madurez lectora cuando desde los foros más diversos (y discutibles, por supuesto) se habla de la muerte del libro, de la muerte del soneto, de la muerte de una concepción de la poesía hija de la galaxia Gütenberg por falta de adaptación a la galaxia de lo virtual/globalizado/interactividado y fragmentado. Pues bien, Christian Law Palacín, joven poeta del siglo XXI, se ha atrevido a indagar, a arañar en la vida de los sonetos de Shakespeare. Ha entrado en ellos como quien entra en una habitación cerrada desde hace mucho tiempo y decide abrir las ventanas para que entre en ella el aire y la luz del sol. Su traducción es una forma de dar a la palabra nueva luz, de hacer de cada viejo soneto un soneto nuevo, de inyectar en cada verso, en cada silencio, en cada estrofa, un aire vivificador, fresco, el aire que respiramos en el nuevo siglo. Sonetos que se saborean, que casi se mastican, que nos hablan de la carnalidad original que casi todas las traducciones anteriores habían encubierto, o sometido a lo litearia(política)mente correcto. Law Palacín ha encontrado la vida que otros traductores sólo encontraban parcialmente. Y se leen distinto, como si hubieran sido escritos hoy por un Shakespeare joven nacido al siglo XXI. El amor, la muerte, el erotismo directo o inducido, la ironía, el poder, la hipocresía.... Todo cobra la luz de lo que nunca muere, se hace novedad radical, parte de nuestra existencia de hoy, respiración. Y cuando digo respiración, digo música, ritmo, endecasílabos escritos con una destreza que asombra, magia. Es decir: nos viene a mostrar que ni el libro, ni la poesía, ni un recipiente tan tradicional como el soneto están en peligro de muerte. Si acaso, están en "peligro" de eternidad. Laica, por supuesto.

Nunca olvidaré, como escritor y crítico, también como editor, y, ante todo, como poeta, la mañana (¿fue una mañana?) de un día de otoño (¿fue en otoño?) en la que en una librería conocida de Madrid, Susana, librera que en más de una ocasión me había hecho saber su admiración por la línea editorial de Bartleby Poesía y por la labor que estaba desarrollando, me habló de Christian Law y de su trabajo con los Sonetos de Shakespeare. Le dije que hablara con él, que me enviara su traducción.... y de aquel envío vino mi redescubrimiento de los sonetos. Su nueva y actualizada vida. Su maravilla. Gracias, Christian; gracias, Susana (seguro que Pepo Paz comparte este gesto de gratitud).

Natasha Trethewey, una lección para nuestros líricos alérgicos al poema crítico

Los inmaculados de toda laya. Los alérgicos al poema que bebe en la civilidad, en la memoria colectiva, en la Historia y en la historia. Los amantes del hermetismo. Los que identifican modernidad con ligereza. Los que -parafraseo y adapto unos versos memorables de Pepe Hierro- huelen la flor de la bella palabra / acaso no comprendan las de Natasha, sin aroma. Sí, todos los nombrados o sugeridos encontrarán el reverso de sus teorías, filias y fobias en Guardia nativa (traducido y prololgado magistralmente por Luis Ingelmo), un poemario que es, en el fondo, un libro poema en el que Natasha, hija de una mujer de raza negra (una rubia, en fin, de piel blanca y genes negros), recupera la memoria de los soldados negros que lucharon por su libertad en las filas de la Unión durante la guerra de Secesión en Estados Unidos. Sí: recupera la memoria colectiva, pero lo hace a través de su propia memoria íntima, de su experiencia personal. Recupera la dignidad de los negros enterrados o desaparecidos sin dignidad más de un siglo antes. Araña en la culpa colectiva de una sociedad desmemoriada, olvidadiza. Recupera su infancia y sus sueños, su amor por una madre maltratada hasta el asesinato, nos sitúa ante un mundo turbio y hermoso a la vez.

¿Quién, en la poesía de hoy, se atreve a arañar en la memoria de los trabajadores que se dejaron la vida en una huelga por la libertad bajo el franquismo, o durante la República, o en los años primeros de nuestra posguerra? ¿O en la memoria de nuestros padres, de nuestros abuelos? No diré que nadie. Diré que sólo unos pocos. Y aún así, con el riesgo de ser calificados de poetas "políticos" o poetas panfletarios (aunque su poesía tenga un lenguaje radicalmente innovador, emocionado, "lírico"). Guardia nativa obtuvo el premio Pulitzer de Poesía de 2007. Es un libro con una poderosa carga crítica pero con una incontestable calidad en el lenguaje poético (con sonetos incluso, por cierto) puesto en juego. Es un libro directo y complejo a la vez. Realista e imaginativo al tiempo. Emocionado, emocionante y perturbador. Poesía contemporánea. Poesía de siempre. Una auténtica lección contra los complejos que, como una sombra que nos viene de décadas atrás, acechan a los poetas que bebemos en nuestra experiencia íntima, una experiencia no ajena a la colectiva, a la historia (nuestra) y a la Historia (de todos).

2 comentarios:

Gabriel Ramírez dijo...

Salgo corriendo en busca de esos ejemplares. Y salgo corriendo para recomendar su lectura.
Una pequeña anécdota. Pepe Hierro fue mi vecino. Siendo un chaval (yo), me gustaba entrar en el bar "La moderna" al salir del colegio. Allí estaba él escribiendo. Era raro que no me dibujara algo en una servilleta de papel y era raro que no me leyera algún verso. Antes de sentarme me decía: Anda pide un vaso de agua para mí. Yo no descubrí que era otra cosa hasta hacerme algo mayor. Pues bien, siempre me dijo que no despreciara la palabra, ni el libro. Que no hiciera caso de los cuatro patanes que andaban haciéndose un hueco en el mundo literario a base de convertirlo en un paraíso para mediocres. Y por ello me alegro que recuerdes a Pepe en tu entrada. A él le hubiera gustado leerte. Seguro.

Anónimo dijo...

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